Soria

Las Tierras Altas, en peligro

Las empresas eólicas y las de la energía fotovoltaica están intentando apoderarse de este territorio y cubrir sus sierras, crestas y oteros de gigantescos aerogeneradores.

Las Tierras Altas de Soria son el mayor desierto demográfico de Europa, con menos de dos habitantes por kilómetro cuadrado. Un día fue el centro de la Mesta. Hoy es un cementerio de pueblos. Aquí la despoblación ha hecho estragos. Esta comarca, situada en los confines de Castilla, es el símbolo más llamativo de la España vaciada. En algunas aldeas resisten los últimos vecinos. En muchas no queda ya nadie, más que la magnificencia de las ruinas. Queda el paisaje elemental, único. Y el silencio. Pequeñas iglesias de traza románica, condenadas a convertirse pronto en cantarrales, huellas de dinosaurios, majadas caídas, ruinas de castillos, anchas parameras, lomas peladas, caminos de herradura sin arrieros, robledales, sabinares, estepares y oscuros pinares en las estribaciones de la sierra de la Alcarama. De Yanguas a Magaña, de un castillo al otro, discurrió una parte apreciable de la Historia. Y hoy, ya ven. El cierzo arrastra los cardos por las llecas y casi no queda esperanza, aunque sigue girando el cielo de Mercedes Álvarez y brotan allí los versos claros de Fermín Herrero, pegados al terreno. No es poco. ¡Y aún queda, como digo, el paisaje!

Pues bien, aprovechando que en estas Tierras Altas no encontrarán resistencia, eso piensan, las empresas eólicas y las de la energía fotovoltaica están intentando, con apoyo oficial y de sus terminales mediáticas, apoderarse de este territorio y cubrir sus sierras, crestas y oteros de gigantescos aerogeneradores. También quieren invadir las laderas con paneles solares, y el aire con cables de alta tensión, que cruzarán incluso los caseríos por encima de los tejados. ¡Pobres pájaros! Dicen que es el progreso. Lo único seguro es que la energía producida se exportará lejos, el paisaje, aún puro, incontaminado, hermoso, de estas tierras quebradas y limpias quedará desfigurado, prácticamente destruido. Esto no servirá, desde luego, para que la gente vuelva al pueblo, ni creará puestos de trabajo permanentes, sino todo lo contrario. Provocará el abandono definitivo. ¿Turismo rural con este panorama? Así que alzar la voz contra semejante atropello se convierte en una acuciante exigencia ética. Destruir este entorno natural de gran valor ecológico es, además de un crimen, un error irreparable. ¿Qué dirían los muertos de los camposantos si levantaran la cabeza? Esto que digo no tiene nada que ver con la necesidad de caminar hacia las energías limpias y sostenibles. Pero así, no. Hoy es preciso salvar las Tierras Altas.