Opinión

«God is on your side»

Nadie que no sea un incauto puede pensar que en EE UU nos sabían lo que ahora vemos en Kabul. Puede que solo Biden tuviera tanta miopía, pero tendrá que explicar a sus ciudadanos cómo dio luz verde a una de las peores sandeces de su antecesor en la Casa Blanca. Quizás sea cierto que no había marcha atrás después del pacto de Trump con los talibanes en febrero de 2020, pero cómo se preguntaba hace dos días en su editorial «The New York Times», debieron encontrarse otros caminos para evitar el actual colapso y haber buscado fórmulas para proteger a los que colaboraron con las tropas de la coalición.

Lo peor es que nos encontramos con un panorama inédito, pues los primeros que les dieron luz verde a los muyahidines, con foto incluida, fueron los chinos, que avanzan una casilla más hacia el objetivo de ser la primera potencia mundial. Ya se han asegurado el control del preciado litio; el opio, como sucede desde hace siglos, pertenece a los líderes tribales que son los dueños del país. Lamentablemente no es nuevo cómo los americanos se lavan las manos después de alimentar a la serpiente.

Lo que vemos hoy comenzó a fraguarse a mediados de los años setenta como una más de las batallas de la Guerra Fría y desembocó en el nacimiento de Al-Qaeda, los atentados del 11-S y todo el terror que hemos visto en las últimas dos décadas. El presidente Carter pagó con dólares a un grupo de insurgentes en las montañas de Pakistán para que luchara contra los soviéticos y le proporcionó armas occidentales, idénticas a las que ahora utilizan para volver a someter a un pueblo que lleva más de 40 años en guerra. Como idéntico es el lema que justifica su barbarie, el mismo que los diplomáticos enviados desde Washington les gritaban a las afueras de Peshawar incitándoles a reconquistar su tierra: «¡God is on your side!», una frase casi calcada de los billetes verdes con los que les pagan el opio.