Opinión

La finta de Iglesias

El exlíder de Unidas Podemos ha huido del fuego que se generaba a su alrededor y que le empezaba a chamuscar. Un poco de distancia y apariciones escogidas le sirven para marcar el camino desde una posición superior

Dicen que un político lo sigue siendo a lo largo de toda su vida, incluso después de abandonar las responsabilidades públicas. Esto significa que su modo de pensar, todos los análisis y reflexiones que haga, utilizarán los mismos criterios y métodos que cuando era profesional de la política.

El caso de Pablo Iglesias es diferente porque no ha dejado nunca la política activa, solo dio un paso al lado esperando tiempos mejores. Tiene mérito porque la mayoría cuando salen del cargo es para no volver, él ha dejado la puerta abierta.

Ha huido del fuego que se generaba a su alrededor y que le empezaba a chamuscar. Un poco de distancia y apariciones escogidas le sirven para marcar el camino desde una posición superior. Eso es lo que ha hecho con la carta que este fin de semana ha publicado.

No es de los que da puntada sin hilo y la publicación es todo un manual de lo que debe hacer Podemos si quiere sobrevivir.

Iglesias sabe perfectamente que los morados son una especie en extinción, pero intenta prolongar alguna legislatura más su existencia. Sabe bien que, en política, las cosas pueden cambiar en veinticuatro horas y mientras resistes, existes.

El análisis que subyace a su planteamiento, revestido de un barniz de buenísimo, no es otro que encontrar el talón de Aquiles del PSOE y un ámbito de debate que motiva a la derecha política a confrontar.

Abandera la unidad de la izquierda y pide a la amalgama de sus huestes, movimientos, mareas o socios de cualquier pelaje, que apoyen a los socialistas en aquellos ámbitos en los que sean claves para que el PP no gobierne con Vox.

Este mensaje es amable y leal en las formas con su socio de gobierno. El ataque viene cuando explicita lo que considera que debe defender la izquierda: las vías confederales de reorganización de un Estado plurinacional, además de alertar del riesgo de ilegalización de partidos que representa la derecha.

Sin duda, el golpe va dirigido al PSOE que, desde el 4M ha decidido dar poca cobertura mediática a la cuestión catalana y relegarla a un lugar más modesto en los informativos.

Sánchez es consciente de la sangría de votos que sufre el Partido Socialista cada vez que el independentismo asoma la cabeza. Eso, sin contar que le deja abonado el terreno de juego al Partido Popular que, en materia territorial, tiene un mensaje más sencillo de entender y de encajar en todos los sitios de España, excepto en Euskadi y Cataluña.

La operación podemista, si siguen la consigna del ex líder, consistirá en evitar confrontación con el PSOE, protagonizar el choque con el PP y contra la extrema derecha y dejar los socialistas en una posición complicada.

El poder económico sobre los medios de comunicación lo tiene Moncloa, por eso, parte con ventaja. Pero, no se debe despreciar a un Iglesias que con cada finta que hace, deja al descubierto las vergüenzas de Sánchez, porque es más listo y le gusta demostrarlo.