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El desafío independentista

Diada y desgaste de materiales

El independentismo llega a esta diada a la greña, lo que tampoco es inédito teniendo en cuenta la guerra despiadada por hacerse con la referencia del soberanismo

Pues va a resultar que la famosa mesa de dialogo puede saltar por los aires por quítame allá una laguna de la Ricarda que se ha colado de rondón en la diada. Además de llegar manifiestamente desangelada, en esta ocasión se presenta incluso sin esos apoyos espirituales nada desdeñables y que nunca sobran, como los que en otras ocasiones brindaba el ex obispo de Solsona, destacado animador cuando había ocasión de las ínfulas independentistas. Hoy sábado Cataluña volverá a vivir en sus calles la primera diada desde la llegada de la pandemia, lo que no supone que vaya a darse una masiva explosión de calor popular en torno al lema «luchemos y ganaremos la independencia» ideado para la ocasión en lo que debiera ser una demostración de vitalidad similar a las manifestaciones celebradas entre 2010 y 2017. El separatismo llega a este «11-S» separado y renqueante por un claro desgaste de materiales y con un pulso que dista mucho de parecerse al de concentraciones con mas de un millón de almas en la calle como escaparate ante el mundo y a la vez como elemento intimidatorio frente al estado de derecho.

El independentismo llega a esta diada a la greña, lo que tampoco es inédito teniendo en cuenta la guerra despiadada por hacerse con la referencia del soberanismo. El pasado año chocaban frontalmente las posiciones a la hora de vertebrar un discurso lo más unificado posible frente a la inhabilitación del ya ex president Quin Torra, lo que hizo saltar más de una costura en el seno del gobierno soberanista, de igual manera que en la edición anterior tampoco se dio precisamente una clara unidad de criterios sobre la manera de actuar en la calle y en las instituciones frente a la sentencia del «proces». En esta ocasión el elemento de la discordia en la tan traída y llevada mesa de dialogo que se reunirá la próxima semana y a la que pretende envolverse de un halo de presión previa callejera desde los aledaños no oficialistas que miran a Esquerra Republicana como ejemplo de sumisión al gobierno del Estado. Es la línea de Puigdemont desde su atalaya de Waterloo por mucho que se comprometiera hace meses a no tutelar en la distancia las actuaciones del gobierno de la Generalitat. Puede que la de hoy sea una diada descafeinada, pero conviene no olvidar que el separatismo nunca retrocede, si acaso da media vuelta y avanza.

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