Política
De odio e hipérboles
Sánchez sabe que utilizar el odio engendra odio, pero no le importa si también da votos
El odio es el peor sentimiento humano y los delitos de odio la peor expresión de la conducta en una sociedad. Por eso, las excusas, donde es necesaria firmeza, o los intentos de banalización, cuando es imprescindible concienciar a toda la sociedad, no son la forma democrática de responder a un fenómeno tan preocupante. Tampoco lo es la instrumentalización carroñera ni la puesta en marcha de una estrategia alarmista, tanto ante sucesos ciertos como ante hechos que luego resulten no tener nada que ver con un delito de odio, porque esas actitudes, sobre todo si proceden de ámbitos de poder, al final son también una forma de banalizar hechos muy graves. Resulta impresentable que miembros Gobierno al que las encuestas castigan de forma inmisericorde cada vez que alguien que no es el CIS le pregunta a los ciudadanos, que está completamente sobrepasado por una pandemia en la que no ha sabido tomar una sola decisión coherente ni con arreglo a derecho y que ahora mismo es incapaz de poner freno a la escalada del impuesto más injusto, que es el recibo de la luz, haya querido utilizar un suceso privado y una denuncia en falso para desgastar injustamente a los partidos que se le oponen, creando un clima social que ha destilado por momentos el hedor de las hogueras de la inquisición. Sánchez sabe que utilizar el odio engendra odio, pero no le importa si también da votos. Por eso, él y su cohorte de aliados, socios, coaligados y palmeros se han dedicado a arrimar el ascua a su sardina, lanzando un ataque frontal a la oposición, a todo el centroderecha español, acusando en falso a un espectro ideológico y estigmatizando a una parte de la sociedad española, sin reparar en medios ni en daños. No es la primera vez que la izquierda que gobierna España hace esto, la anterior fue con aquellos sobres con balas de los que ya nadie habla, porque fue una persona enferma, no un militante de ningún partido, quien los remitió, pero a la vista del ridículo debería plantearse seriamente que fuera la última. Resulta terrible y es muy preocupante que el Gobierno distinga entre odios. Que acepte, como parte de una determinada marca política de la izquierda o del independentismo y el abertzalismo con el que ésta anda aliada, actitudes enaltecedoras del odio en forma de homenajes a etarras, una agresión muy reciente a una militante del PP de Vitoria, la utilización de la imagen de una pistola con símbolos nazis en un artículo de Pablo Iglesias alusivo a la derecha española, el prólogo de Yolanda Díaz al Manifiesto Comunista, en el que se soslayan los crímenes cometidos en su nombre, o la pasiva actitud de Rufián ante la mención de que hay que asesinar a los miembros de Vox. No hay odios buenos o malos, todos son perniciosos, eso sí , tengamos claro que hay que diferenciar los discursos del odio de los discursos odiosos. Los primeros hay que combatirlos con la ley en la mano, los segundos con educación y cultura.
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