Comunidad de Madrid

La marcha del PP madrileño

«Desde los alrededores de Casado tratan de lanzar a Almeida a una batalla fratricida que no quiere dar»

«Nos va la marcha», dijo la presidenta de la Comunidad de Madrid ante el micrófono de su escaño en la Asamblea de Madrid. Isabel Díaz Ayuso se refería a la irrefrenable predisposición histórica del PP –especialmente el de Madrid– para flagelarse, autolesionarse y dispararse en el pie.

Alberto Ruiz Gallardón ya se definió como «verso suelto» cuando, siendo presidente de la Comunidad, mostraba su libre albedrío frente a la dirección nacional del partido, y daba rienda suelta a la sospecha de que su verdadera aspiración estaba en Moncloa y no en la Puerta del Sol. Como Esperanza Aguirre no se siente menos que nadie, competía a la vez con Gallardón y con Génova, mientras algunos de sus hombres fuertes gestionaban sus cargos de tal manera que acabaron ante un juez y en prisión. Quizá Cristina Cifuentes soñó alguna vez con cimas más elevadas que las autonómicas, pero unos títulos académicos apócrifos y el pintoresco episodio de un supermercado cancelaron cualquier posible expectativa.

La victoria incontestable de Ayuso en las elecciones del 4 de mayo ha elevado a la presidenta madrileña desde la insultante categoría de amiga enchufada de Pablo Casado –así la consideraban algunos compañeros de partido cuando fue elegida a dedo por el presidente nacional del PP–, a la de gran líder con un futuro mucho más extenso que el limitado perímetro territorial y político de la Comunidad de Madrid. Como decía Aznar cuando le reprochaban su falta de carisma en los duros tiempos en la oposición, «el carisma lo dan los votos». Y los votos, al menos los del 4 de mayo, los tiene Ayuso.

Ahora, la presidenta también quiere presidir el partido en la región, igual que el resto de presidentes autonómicos controlan sus respectivos partidos. Pero en Génova consideran que Madrid tiene su «hecho diferencial» y desde los alrededores de Casado han tratado de lanzar al alcalde Almeida a una batalla fratricida que no quiere dar, porque difícilmente la puede ganar. Si acaso, la podría pactar con Ayuso. Y quizá esa sea la única salida a este vodevil de reyertas internas tan entretenido, y tan dañino para un partido.