Gobierno de España

Sin novedad en el cortijo

González absuelve al que traspasó todas las líneas rojas de la Ejecutiva

Antonio Miguel Carmona desembarca en Iberdrola y Felipe González está a punto de reconciliarse con Pedro Sánchez. Las dos noticias desnudan la naturaleza última de unos partidos que anteponen los códigos internos, escritos con letras doradas, la trama de intereses propios, el fortalecimiento del statu quo, al bien común. Con el nombramiento de Carmona recomponen las relaciones con las eléctricas, acusadas de gestionar un patio de monipodio, con precios dignos de la matanza de San Valentín. Los españoles circulan frente a los electrodomésticos como si fueran tragaperras y el PSOE engrasa la timba con la enésima reactivación de las puertas giratorias, que conducen al aterrizaje o desembarco de un paracaidista bien lubricado. Con el acercamiento del ex presidente González al mandarín Sánchez, da por buenos todos los desmadres de un gobierno en comandita con la hez ideológica de este país. No exagero: xenófobos y/o racistas, cómplices del golpe, partidarios de la secesión, totalitarios vocacionales o nostálgicos del feudalismo, adversarios de la igualdad y agonistas unidos por su animadversión a las reglas del juego. Apoyados en el patíbulo de lo compartido, con la nación confiscada al servicio de unos mafiosos, nuestros próceres se tutean con los antiguos rivales o tienden puentes con las mismas empresas que dicen vigilar.

Son movimientos sintomáticos de la debacle de nuestras élites, consecuencia ineludible tras el aborto de una conversación pública cortocircuitada. La vieja guardia del PSOE, esa a la que invocan cuatro irreductibles a los que con razón algunos tratan de chiflados, prefiere retomar su silla a la vera del poder. Suturar enfrentamientos. Olvidar reproches. Taponar las razones para el escándalo. Con estos y otros mimbres, medio posibilistas y medio putrefactos, hornean un clima político y sentimental ponzoñoso. Sólo así podrán mantener la comedia, encogiéndose de hombros y poniendo carita de niños sorprendidos en el trance de robar unos pasteles cuando exijan que asumamos como inevitable el acercamiento a una gente, a un Sánchez, al que en privado, créanme, tratan de apandador, filibustero, mercenario y amoral, de veneno para el PSOE y más. Sánchez no ha hecho nada, cero, para mejorar el juicio que les merecía hace apenas dos años. Pero González absuelve al que traspasó todas las líneas rojas de la Ejecutiva, compañero de peronistas y neocomunistas, de un lado, y sediciosos y malversadores, del otro. Toca preservar las vigas maestras de una estructura política y económica que mantiene uno de los polos del momio en manos de la alta burguesía nacionalista.

El sectarismo de su votante medio, al que González conoce perfectamente, hará el resto, por cuanto prefiere tragar con una gente que jalea la destrucción del orden constitucional antes que asumir como deseable una coalición democrática con el PP.