procés

Futuro catalán

La significación internacional de Puigdemont es como la del ratero que pasa cíclicamente ante el juez porque ha violado la condicional

Si usted es de los que todavía cree que Puigdemont puede ofrecer de una insospechada manera algún tipo de futuro de prosperidad, de sensatez, de organización justa y de concordia a Cataluña, lo que debe hacer por coherencia (aparte de hacerse examinar urgentemente el cerebro por un especialista) es probablemente darse de baja en el censo local y pedir la nacionalidad belga. Con ella, podrá viajar por Europa, visitar países y regiones remotas donde se refugian y resisten los residuos de todos los innumerables supremacismos particularistas que por el mundo acampan. Podrá decir que es libre y creérselo, asegurando que le oprimen precisamente aquellos a quienes debe su sueldo y sus ganancias, mientras quiere ignorar (y pretende hacérnosla olvidar a nosotros) la enorme hipoteca de creencias ideológicas que ha suscrito con unos cuantos millonarios que son quienes le mantienen actualmente con sus maniobras y a quienes no puede permitirse el lujo de llevarles la contraria.

Evidentemente, ese edificio de creencias ideológicas es tan útil como un agujero en la cabeza para el futuro de Cataluña. Solo ofrece un callejón sin salida, en el que Puigdemont, Comín y Ponsatí se han adentrado atolondradamente por la cerrilidad de no querer tenernos en cuenta a la mitad de sus paisanos que no opinamos como ellos. Claro que, bien mirado, qué se podía esperar de gentes tan conspicuamente endebles que se ponían nerviosas solo con que levantara la voz una persona tan melindrosa y de poca sustancia como Marta Rovira.

Hoy en día, la significación internacional de Puigdemont es como la del ratero que pasa cíclicamente ante el juez porque ha violado la condicional. Lo de menos es que lo devuelvan a la calle o al talego. Pero el edificio de épica cerril disfrazado de creencias ideológicas que ha provocado va a pesar mucho para mal en el futuro de la región: no hay que subestimar su capacidad de aventar rencores e inventar agravios inexistentes. El futuro que puede ofrecer Puigdemont a los catalanes es como el sexo en la tercera edad. Tan fiable y duradero como la erección de un jubilado.