María Jesús Montero

Una vez más, «¡Es todo tan aburrido!»

El Gobierno ha envidado los Presupuestos al Congresos sin tener todavía la mayoría necesaria para su aprobación. Necesita, sobre todo, los votos de los «indepes» catalanes y del PNV. Nada nuevo

Sebastian Haffner (1907-1999), en su biografía de Winston Churchill, asegura que las últimas palabras que se oyeron pronunciar al histórico mandatario británico antes de morir, a los 91 años, fueron: «¡Es todo tan aburrido!». La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, llevará mañana miércoles al Congreso de los Diputados el proyecto de Presupuestos Generales para 2022. Entregará en mano a la presidenta de la Cámara, Meritxel Batet, un resumen –el libro amarillo– y un «pen drive» que incluye los antaño tropecientos tomos de las cuentas del Estado. Hasta hace no demasiado llegaban al Congreso en una camioneta y el ministro o la ministra de turno cogían algún tomo para hacerse la «foto» de rigor, mientras unos operarios con carretillas trasladaban el resto hasta el interior del Congreso. Todavía hay una edición en papel, pero ahora el que quiera soporte físico tendrá que obtener –y en la mayoría de los casos pagar– una impresión, por lo menos de lo que le interese. Todo, por otra parte, está en la página «web» del Ministerio, en donde mucho depende de la habilidad del usuario. No es, quizá, una tarea excitante, pero se puede averiguar, por ejemplo, cuánto gasta en protocolo –invitaciones sobre todo– cada ministro.

El Gobierno ha envidado los Presupuestos al Congresos sin tener todavía la mayoría necesaria para su aprobación. Necesita, sobre todo, los votos de los «indepes» catalanes y del PNV. Nada nuevo bajo el sol. La misma historia repetida una y otra vez, con ligeras variantes, siempre que no hay mayoría absoluta en la Cámara. Le ocurrió a la histórica UCD de Suárez y Calvo Sotelo, al PSOE de Felipe y Zapatero y al PP de Aznar y Rajoy. Ahora, como el año pasado, Sánchez debe someterse a esa especie de ritual de cortejo que consiste en pedir los votos que necesita, mientras los partidos cortejados se hacen de rogar y, en ocasiones, piden hasta la luna. «Ahora mismo votaríamos no», dijo ayer Marta Villalta, portavoz de ERC. En el PNV, los más hábiles a la hora de negociar, no van tan lejos. Aitor Esteban advierte de que «sería un error» que el Gobierno despreciara el valor de su apoyo. Catalanes –ERC y también Junts per Cat– y vascos quieren más dinero, para infraestructuras –AVE en el País Vasco y Cercanías en Cataluña– y para otras cosas y más competencias, incluso la cesión de un edificio de la Policía en la Vía Laietana de Barcelona. Amagarán con la ruptura y, hasta el último minuto, estirarán la cuerda todo lo posible, pero también conscientes de que Sánchez – incluso más que sus predecesores– será generoso con ellos y cederá a parte de sus pretensiones, aunque la liturgia obliga a mantener el suspense hasta el final. Es algo así como el día de la marmota Presupuestaria y por eso, como aseguran que dijo Churchill, «¡Es todo tan aburrido».