Estados Unidos

Casas y cuentas en California

Es cierto que la vivienda es cara, como otros bienes y servicios, pero en ello se aprecia la mano de las autoridades, con sus impuestos y regulaciones

Las personas sin hogar, un problema social grave en muchos países, también lo son en Estados Unidos, y especialmente en California, donde vive casi la mitad de los homeless norteamericanos.

La respuesta convencional subraya la pobreza, pero el asunto es más complejo. Apuntó Theodore Dalrymple: «En Londres no hay gente de Pakistán o Bangladesh viviendo en las calles, como debería haber si la renta familiar y el precio de la vivienda fueran la explicación. Además, son pocos los de raza negra. Y los homeless de raza blanca en absoluto provienen exclusivamente de las clases menos favorecidas». Este médico y escritor inglés conjetura, por tanto, que, si San Francisco ha pasado de ser una ciudad muy agradable a destacar por su suciedad y degradación, hay que revisar los argumentos.

Es cierto que la vivienda es cara, como otros bienes y servicios, pero en ello se aprecia la mano de las autoridades, con sus impuestos y regulaciones. Se nota la relevancia de la ideología desde el cierre masivo de los hospitales psiquiátricos hasta la pasividad de políticos, burócratas y jueces, a la hora de controlar, o más bien no controlar, la conducta de los homeless.

Se dirá que todo esto promueve la libertad de los ciudadanos, pero no es así, y no solo por el obvio argumento de que la gente es obligada a pagar impuestos cada vez más altos, sino porque la burocracia y los grupos de presión que dicha fiscalidad sostiene aumentan sin cesar sus incursiones contra la libertad, en numerosos campos. Un ejemplo particularmente absurdo fue señalado por Williamson M. Evers, del Independent Institute, que denunció que los funcionarios californianos estaban considerando seriamente cambiar la enseñanza de las matemáticas porque son racistas: el que un profesor corrija los errores de un alumno «es una forma de supremacía blanca», considerando además que las matemáticas no son objetivas y que no hay respuestas realmente correctas o equivocadas. Su estudio, se dice seriamente, debería rechazar la idea de que hay gente talentosa, y orientar a todos hacia la justicia social para cambiar el mundo. Las víctimas de este delirio progresista, naturalmente, son los estudiantes, en particular los de origen más modesto.

Por cierto, en una dirección similar apuntan los nuevos currículos que elabora el Ministerio de Educación en nuestro país. Y luego algunos dicen que no hay ideología.