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Cultura

Escohotado, sabio y libérrimo

Envuelto en una corona de humo, reivindicó la búsqueda del saber.

Cae la luz en Madrid como si fuera nata y en Ibiza las calas amanecieron solas. Se fue el estoico, hedonista sin aspavientos, traductor de Newton, cosmonauta psicodélico y libre, aquel con quien conocimos los misterios de Eleusis y supimos del cornezuelo (claviceps purpurea). Con Antonio Escohotado, 80 años de inteligencia y fibra, aprendimos de química, literatura, filosofía, historia y placeres. Describió como nadie la balada triste de la caza de brujas que siguió a la Prohibición y paladeó todos los venenos, pues la misma cuerda que unos usan para ahorcarse también sirve para izar la mayor. Su voz de catafalco y oro todavía retumba junto a Calamaro y Alejandro el Grande, al vadear los torbellinos eléctricos de Alta suciedad. En un tiempo en que los jueces estrella y los futbolistas, hasta el culo de demagogia y blanca, organizaban partidos y carnavales contra la droga, aupados a la consigna de la cruzada como alternativa única al anhelo milenario por colocarnos, Escohotado brilló en televisión por su paciencia y coraje. Fue un sabio empeñado en reventar la caja fuerte de las tinieblas, seguro de que la curiosidad intelectual y el conocimiento no podían ser patrimonio de cuatro gatos bendecidos por la suerte. Fue comunista, porque las mejores cabezas de su generación profesaron en la orquesta roja y porque hubo un tiempo, hace eones, en que ser comunista fue sinónimo de luchador por la democracia (aunque, ojo, no necesariamente demócrata). Consagró los últimos años a escribir una historia sobre los enemigos del comercio. Aunque acabó por detestar a Marx compartía con los autores del Manifiesto su admiración por el intercambio comercial y la incipiente globalización. Como explicó en «Frente al miedo» la extraordinaria antología, editada por Guillermo Herranz, el principal afán de su vida consistió en «pasar de original a sabio, y de ingenioso a ecuánime». Envuelto en una corona de humo, reivindicó la búsqueda del saber. Profesaba en el estudio como la ocupación superior del hombre. Escribía de pie frente a los dioses, los gobiernos, los sueños de la razón y los monstruos. Con ocasión de aquel libro, entrevistado por mi compadre Jesús Úbeda, comentó que «Los que hoy claman porque vamos a ser diez mil millones imaginan que sobran los demás. Ningún regalo se compara con poder vivir confortablemente, y extenderlo en la medida actual es el honor de nuestra civilización. Por supuesto, dispara una colosal crisis ecológica, pero ninguno de los que vivieron en civilizaciones previas –incluyendo la prodigiosa Atenas clásica– dudaría un segundo en catar la nuestra. Ahí está el desafío». Echa el cierre con un libro sobre el Real Madrid. Extrañaremos su compromiso insobornable con la razón y la libertad.

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