Reino Unido

«Cocaine»

¿Es posible que ideas tan innovadoras como el Brexit hayan sido cosa de una escuálida mayoría votante instigada por parlamentarios… cocainómanos?

La Cámara Baja del Reino Unido ha realizado una inspección, encontrando rastros de drogas hasta en el asiento del presidente. Luego, en una típica maniobra de distracción, han tapado ese escandalo sacando otro a la luz. No mayor, pero igual de inmundo éticamente, un vídeo de las navidades pasadas donde el personal de Downing Street se cachondea de las mascarillas y la distancia de seguridad: hicieron una fiesta en la mansión de Johnson (que cada día está más cerca del aspecto de un «cartoon» avechucho que del estilo «casual-cool» de un ex alumno de Oxford) mientras la resignada «working class» británica sufría los rigores de la disciplina inglesa covidiana, boqueaba y tenía archiprohibido incluso tomar el té junto al gato sin mascarilla. Lo típico de las élites de «Haz lo que te ordeno, pero ni se te ocurra hacer lo que yo hago. ¡Ah, pero si no puedes, jajaja!...» Y una se pregunta: ¿Es posible que ideas tan innovadoras como el Brexit hayan sido cosa de una escuálida mayoría votante instigada por parlamentarios… cocainómanos? Boris prometió que esos botellones en Downing Street serán investigados por Scotland Yard (no dijo por James Bond porque ese día estaba de puente). Johnson ya había confesado sin rubor –cuando se ruboriza se le aclara el tinte dos tonos– que él ha «usado» cannabis y cocaína. (¿Alguien imagina a Margaret Thatcher, verbigracia, confesando ante la prensa sus coqueteos con la metanfetamina y los chocolates con Pervitín…?). En fin, cierto que los tiempos cambian, pero, mire, Su Majestad doña Isabel de Inglaterra, desde aquí se lo digo: de un tiempo a esta parte sus empleados políticos dan señales poco equívocas de que lo han perdido todo, excepto la virginidad. Por eso, ¡Dios salve a la reina!, (pues al resto ya no los salva ni una divina intervención). Por lo visto, algunos diputados la llaman, piadosamente, «la cultura de la cocaína en Westminster». O sea, que de los «british» siempre aprendemos: porque llamar «cultura» al consumo de cocaína no se le habría ocurrido ni a Pablo Escobar. ¡Ni a Maduro!