Pandemia
«Vacunas no, ayahuasca sí»
Pienso en todos los fallecidos de 2020, qué dirían si leyeran mis grupos de wasap
A lo largo de mi vida he tenido la suerte de conocer y tratar a una gran variedad de gentes, algunas que nacieron ricas y otras no, muchas crecieron justas y rectas y algunas menos, pero son igualmente virtuosas. De entre todas esas personas veo con curiosidad cómo en los últimos tiempos pandémicos surge una nueva taxonomía que se construye espontáneamente alrededor de la querencia u odio hacia las vacunas del coronavirus, y que crece feliz en las conversaciones y grupos de wasap. Se trata de grupos de opinión que ya no obedecen a criterios sociodemográficos sino a supersticiones y mitos transversales, más allá de la educación y la condición económica. De entre mis amigos y allegados wassaperos tengo que decir que la inmensa mayoría se vacunó en tiempo y forma. Sin embargo, esas ratios de efectividad vacunatoria han comenzado a disminuir significativamente a medida que la crisis sanitaria del coronavirus se alarga y la edad de los receptores de dicha vacuna disminuye, convirtiendo la confianza en la cura para los menores en una cuestión de mayoría de edad. No reparan en que la protección de los niños redunda en la de su entorno, por lo tanto, la de sus abuelos o profesores que pertenecen muchas veces a esos grupos de riesgo.Junto a la figura de los padres desconfiados, en mis grupos de wasap han surgido varios individuos e individuas que apuestan sin tapujos por no vacunarse, pero que en paralelo y, sin solución de continuidad, comparten el descubrimiento de la ayahuasca como una experiencia «única y liberadora» de la mano de un chamán latinoamericano que facilita viajes lisérgicos y catárticos con fines siempre terapéuticos. Para los que no lo sepan, la ayahuasca es una «bebida indígena usada en la medicina tradicional sudamericana que genera efectos alucinógenos en los consumidores debido a la manera en la que afecta al córtex cerebral, y que pueden provocar cuadros sicóticos de duración variable e incluso irreversible».
De igual modo, y proviniendo a veces de las mismas personas y en otras ocasiones de perfiles completamente diferentes, me encuentro con amigo/as que sin haberse vacunado se someten a operaciones quirúrgicas (carísimas) con nombres igual de exóticos como bótox o tóxina botulínica, que para los que no lo sepan es una neurotoxina que se inyecta en los rostros para producir la parálisis muscular por denervación química y retrasar así el envejecimiento. Tapa la arruga, pero durante unos meses, y te condena a un sinfín de tratamientos estéticos innecesarios. Como dice mi hijo mayor, Hernán, uno tiene que aceptarse a sí mismo.
¿Qué tendrán la ayahuasca y el bótox para no causar desconfianza en mis conocidos antivacunas? Debo confesar que me genera una profunda frustración la negación de los datos. Con un nuevo récord diario de contagios (esta semana se han superado los 60.000 y la incidencia escala a casi los 800 casos cada 100.000 habitantes) el índice de letalidad del covid-19 está contenido (no erradicado). La única diferencia entre el 20 y el 21 ha sido la vacuna. Me resulta incomprensible que se cuestione a la comunidad científica como si estuvieran haciendo un oscuro negocio con el covid-19. Pienso en todas las personas que fallecieron en las primeras olas, cuando no había cura, qué dirían si leyeran mis grupos de wasap.
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