Rey Felipe VI

Los políticos vacuos y el discurso de Felipe VI

«¿Quién puede ser tan necio como para criticar un discurso claro y contundente, así como importante en su contenido?»

Era previsible que los indeseables socios de Pedro Sánchez arremetieran contra el discurso de Navidad del Rey. Lo asombroso es que hubieran sido objetivos en su valoración, pero es bueno no perder de vista que son comunistas, antisistema, independentistas o bilduetarras. Me resultó estrafalaria e inconsistente la reacción del PNV en boca de su portavoz Aitor Esteban: «Sorprende que ponga deberes, mientras pasa de puntillas por los problemas que aquejan a la Corona». Es muy interesante que todos ellos se centren, precisamente, en los problemas personales de don Juan Carlos, que ha sido uno de los grandes jefes de Estado de nuestra Historia. Nadie defiende los errores que ha cometido y que tan caro está pagando, pero de los que su hijo no tiene ninguna responsabilidad, ni directa ni indirecta. Por cierto, todo indica que no tienen recorrido jurídico. Nunca fue un comisionista o un corrupto. Es algo bastante evidente, salvo para aquellos que quieren acabar con la Monarquía para lograr la ruptura de España o iniciar un proceso constituyente de resultados tan inciertos como inquietantes. Su error fue aceptar un cuantioso regalo de su amigo el rey de Arabia Saudita y no declararlo a Hacienda.

¿Por qué lo hizo? No lo sé, aunque tengo mi propia opinión sin valor probatorio porque no es más que una interpretación que se sustenta en las dificultades que vivió su familia en el exilio y las que sufrió como pretendiente hasta que fue proclamado rey de España. Nadie lo sabe, por más que haya mucho fantasma suelto que ofrece, con gran frivolidad, su criterio en los medios de comunicación. A partir de ese regalo se ha construido un castillo de arena hasta llegar a cifras tan impresionantes que lo convertirían en uno de los hombres más ricos del mundo. La realidad es que nadie ha encontrado las pruebas de esa fortuna que eclipsaría el tesoro del conde de Montecristo. Es bueno recordar que el dinero siempre deja un rastro que es imposible de esconder. Y más, todavía, cuando se habla de miles de millones de euros. No importa, porque la verdad no interesa a los enemigos de la Constitución. Ese grupo de políticos que sustentan al Gobierno esperaba que Felipe VI condenara a su padre y lo sometiera a la picota de la nueva Inquisición mediática, donde no importa ni la verdad ni las pruebas sino los frívolos comentarios periodísticos o políticos.

La realidad es que fue un gran discurso que reflejó las inquietudes que tienen los españoles. Es lógico que no coincidan con las que interesan a los políticos que viven en su cutre multiverso. Me gustaría que lo hubieran leído y luego opinaran aclarando qué aspectos no comparten. ¿No les pareció acertada su muestra de cariño a los habitantes de La Palma? Es difícil no coincidir. Tras ello hizo referencia a la covid-19, donde destacó el resultado positivo de la campaña de vacunación, así como las graves consecuencias sociales, económicas y emocionales que ha tenido y tiene para muchos españoles. Es algo en lo que es imposible no coincidir. Lo mismo sucede con la preocupación de muchos hogares por «la subida de los precios, el coste de la energía o por las dificultades para encontrar un empleo estable, especialmente para los jóvenes».

La referencia a las nuevas tecnologías es algo que recoge el cambio profundo que estamos viviendo, que es tanto un enorme reto como una gran oportunidad. No sé si los críticos preferirían que las ignoráramos, porque son negacionistas del progreso. Me temo que tampoco han leído esta otra parte del discurso: «todos deseamos una sociedad avanzada en lo económico y social, con empleo estable y digno, y con un Estado del Bienestar sólido; queremos una sociedad que siga impulsando la igualdad entre hombres y mujeres, que favorezca el progreso individual y social; y aspiramos –por supuesto– a que sea puntera en tecnología, en innovación, que este en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático y plenamente comprometida con la sostenibilidad de nuestro planeta y su equilibrio medioambiental». Es imposible expresarlo mejor.

Felipe VI sí hizo una referencia muy clara a los comportamientos inmorales o poco éticos: «Debemos estar en el lugar que constitucionalmente nos corresponde; asumir, cada uno, las obligaciones que tenemos encomendadas; respetar y cumplir las leyes y ser ejemplo de integridad pública y moral». Es posible que a los nuevos inquisidores les parezca poco, pero fue una reprobación contundente, directa e inequívoca. Hay otra parte que entiendo que no guste a los que quieren acabar con la Constitución, porque señaló que «ha sido y es la viga maestra que ha favorecido nuestro progreso, la que ha sostenido nuestra convivencia democrática frente a las crisis, serias y graves de distinta naturaleza, que hemos vivido, y merece por ello respeto, reconocimiento y lealtad». Esta parte, que me gustó mucho y, seguro, a la inmensa mayoría del pueblo español, no es compartida por los comunistas, los herederos de ETA y los independentistas. No lo puedo criticar, porque nunca han escondido sus intenciones.

Finalmente, no se olvidó de la Unión Europea, que tan importante ha sido para España desde su integración en la CEE y lo seguirá siendo en el futuro. No hay duda de que es «una gran realidad política, económica, social y cultural» y que compartimos unos mismos valores democráticos. Por supuesto, no se olvidó de concluir su intervención recordando a las personas que velan «por nuestra salud, por nuestra seguridad y tranquilidad, y garantizando los servicios públicos…». ¿Quién puede ser tan necio como para criticar un discurso claro y contundente, así como importante en su contenido?