Política
Podemos, siempre con los dictadores
Lo que jamás escucharán a esta banda es una alabanza de un dirigente democrático occidental
El Gobierno está embarcado en una acción terrorista en Ucrania. Ésta es la conclusión a la que llegaríamos si nos atuviéramos a una afirmación del ministro Garzón en 2013. «Aquí, en Málaga», declaró junto a un imponente barco de guerra, «una fragata de la organización de terrorismo legal OTAN, de camino a Siria». Vamos, que Sánchez es un terrorista, Margarita Robles, otra, y Albares poco menos que un émulo de Bin Laden que se dedica a poner bombas y a matar niños indiscriminadamente. Lo digo porque, si España está embarcada en la tan inevitable como necesaria operación de la OTAN en Ucrania, significa que es partícipe de un megaatentado terrorista. Un silogismo perogrullesco. Lo que se le olvidó al deslenguado coordinador de IU es que la Organización Atlántica, la gran defensora del mundo libre desde la Segunda Guerra Mundial, intervino en Siria para salvar la vida de millones de sirios víctimas tanto del sátrapa Bashar El-Assad como del infinito salvajismo de ese Estado Islámico que acostumbra a degollar occidentales y locales, a introducirlos en una jaula y luego sumergirlos en una piscina hasta que se ahogan o a apisonarlos con un tanque. Lo del enemigo de la carne, los juegos de azar, la Coca-Cola y el turismo no es precisamente la excepción que confirma la regla. Dos satrapías sanguinarias han financiado históricamente a Iglesias, Monedero y Verstrynge: la venezolana y la iraní. La primera asesina y encarcela disidentes con la misma facilidad con la que un churrero corta sus productos; la segunda cuelga homosexuales, lapida mujeres y hace desaparecer a los críticos. El que paga, manda: a pierdepleitos Iglesias se le llena la boca de baba cuando habla del narco Maduro, del asesino Ortega, de Satanás Castro o de Jamenei; el patea-jubilados-con-cáncer Errejón sostiene que en la nación del narco Maduro la gente vive bien «porque come tres veces al día»; y Monedero ha reiterado hasta la saciedad que su ejemplo «a imitar» es un Chávez que gobernó «regalando amor». Debe ser que al defraudador profesorcillo de la Complutense expropiar bienes ajenos, saquear las arcas del Estado, cerrar medios, enchironar opositores, traficar con drogas y asesinar a rivales políticos le parece «un acto de amor». Irene Montero, cuyo nivel intelectual es inferior al de Abundio, equiparó en verano la situación de las mujeres españolas con la de las ¡¡¡afganas!!! No es broma. Ahora vuelven a las andadas criticando la firmeza occidental frente al imperialismo de Vladimir Putin. Un autócrata cuyo macabro hobbie es envenenar a los gerifaltes de la oposición, recuerden lo que sucedió con Navalni en Siberia, con Skripal en Salisbury o con un Litvinenko que no lo pudo contar en Londres. Iglesias ya condenó en 2014 las sanciones a Rusia por invadir y anexionarse Crimea. Hace escasos días se le volvió a ver el plumero de la añoranza de esa tiranía que fue la URSS al exigir «un proyecto de convivencia con Putin». Eso sí, críticas al déspota, ni una. El secretario general del PCE y viceministro Enrique Santiago vomitó otra barrabasada: «Empujar a la OTAN hasta Rusia amenaza la paz». Vamos, que los belicistas, los que están fuera de la legalidad internacional, son Biden, Scholz, Johnson, Macron y, naturalmente, su jefe, Pedro Sánchez. Lo que jamás escucharán a esta banda es una alabanza de un dirigente democrático occidental, sea de derechas, de izquierdas o mediopensionista. Jamás censuran a Putin, a Chávez, a Castro o a los ayatolás iraníes porque cobran de ellos y les gustaría ser como ellos. No quiero ni pensar cómo acabaríamos algunos y lo que duraría la democracia en España si ganasen las generales.
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