Medio Ambiente

El Gas como arma de guerra

La mayor parte de las guerras recientes tienen su origen en la energía. La de Irak no se desencadenó para liberar al pueblo iraquí, como se dijo, ni por las armas de destrucción masiva, que nunca existieron. Fue una guerra con olor a petróleo, como la de Biafra, la de Argelia, la de Sudán y la de Chechenia. Los rusos no van a dejar escapar nunca de su órbita de influencia a Kazajstán, república ex soviética inundada de crudo. Y se adentran en el conflicto ucraniano sabiendo que tienen detrás la poderosa arma del gas. El 40 por ciento del consumo europeo viene de allende los Urales. En el caso de Alemania, el sesenta. Una contienda abierta de

Occidente con Putin causaría una crisis energética de imprevisibles consecuencias. Moscú puede cerrar sus cuatro gasoductos y obligar a Europa a comprarlo en su forma licuada trasportado en buques metaneros desde Estados Unidos o Qatar. El precio se dispararía sin remedio hasta cotas probablemente inimaginables. ¿Por qué es tan importante el gas?. Porque su abundancia y porque es una energía intermedia entre las fósiles puras, como el petróleo o el carbón, y las renovables o el hidrógeno. Produce 20 veces menos contaminación que el fuel-oil, mínima emisión de azufre, producción nula de partículas y no contribuye a la formación de smog. Es la más limpia de todas las fósiles: tiene sólo un átomo de carbono por cada cuatro de hidrógeno (1/4), frente a la proporción de 1/1 del carbón y de 1/2 del petróleo. Dentro de lo que cabe, es bastante limpia, razón por la que la UE la quiere calificar de «verde».

El problema del gas está en su riesgo estratégico, pues algunos de los principales yacimientos están en países como Rusia, Irán, China o Argelia. Su distribución a través de gasoductos es rápida y eficiente. Pero ahí radica también su vulnerabilidad, caso de que se quiera usar como arma de guerra.