Salud mental

Por qué todo ahora es un problema de salud mental

Cuando Luis Panero estaba encerrado en los psiquiátricos no pedía que no le hicieran burlas en twitter, que entonces no se estilaba, sino que pedía un cigarrillo al que iba a visitarle

La seleccionada para representar a España en el festival de Eurovisión ha advertido a los odiadores, los «haters» que salen de caza en cuanto enchufan el móvil, que su «salud mental» está en peligro. Lo mismo podrían argumentar los del televoto de la reforma laboral. Diputado Casero, o se aferra usted a la salud mental o está perdido. Los nervios por el resultado en Castilla y León son motivo suficiente como para que el mundo le perdone. Se está frivolizando de tal manera la tristeza o el estrés que cuando menos nos demos cuenta nos darán una baja por sentir la melancolía primaveral arrullarse en la madrugada. Nos están enseñando no a vivir en el mundo real sino en el de metaverso. Aquí, existe la muerte y el mal de amores, mientras que no quede abolido el amor, que están en ello. La vida no es sentir lobotomizado el aire que nos besa sino encajar la cuchillada y fajarnos ante el siguiente golpe. Sin embargo, se infantiliza el órdago a la grande por lo que cualquier traspiés ha de resolverse con terapia y muchas pastillas. Por algo están prohibidos en algunos lugares los toros y el boxeo, y ya no pasan los cadáveres por el centro del pueblo. Nos apartan del dolor para acabar sintiendo el desgarro de no conocerlo.

Cuando Luis Panero estaba encerrado en los psiquiátricos no pedía que no le hicieran burlas en twitter, que entonces no se estilaba, sino que pedía un cigarrillo al que iba a visitarle. «Yo en la vida siempre he vivido en el infierno», decía el poeta, perdido entre el humo. Tampoco es cuestión de ensalzar los gérmenes de la locura, que también está un poco sobrevalorada en el mundo artístico, pero de estar como las maracas de Machín a pasear por las aceras sintiendo la alegoría en los zapatos hay un trecho unido por la originalidad de estar vivo. El suicidio está al alcance de la mano. Malicio que es el altavoz social de lo que a uno le sucede –que los demás te enjuicien– lo que está llevando a hablar de la salud mental no en términos médicos sino casi ideológicos. No hay que dudar de que nuestra mente y la de quienes nos rodean a veces están al borde del precipicio y que la Sanidad se olvida de lo importante para sobrevivir en lo accesorio de las mascarillas y el test de antígenos.

Parece que alguien voló sobre el nido del cuco cuando ya los pájaros se retrasan y las flores se adelantan. Se cantaba «No estamos locos, que sabemos lo que queremos», pero la ecuación se ha invertido. Vamos como cabras no se sabe dónde. Solo hay una certeza: la culpable es la «salud mental». Otra cortina de humo.