Guerra en Ucrania

Lo que la crisis nos cuenta

Bulle y alimenta el ánimo afectado, desasosegado, el valor sin fisuras de los ucranianos frente al invasor

Quizá cuando usted lea esto Kiev ya ha sido tomado por la potencia militar rusa y, alcanzado su objetivo, Putin fuerce a que en el diálogo abierto en Bielorrusia, los ucranios acepten una rendición bajo sus condiciones. Pero puede ser que no. Ucrania, su ejército, las milicias armadas y la población civil, han demostrado una entereza y un vigor patriótico que ni esperaba ni había calculado Rusia, ni quizá la Unión Europea. Quién sabe si la insólita y gratificante reacción unitaria de una Europa que se la jugaba y está a la altura tenga algo que ver con la ejemplaridad que en su respuesta han regalado al mundo los ucranianos.

Vladimir Putin, un megalómano patológico, ha convertido en menos de una semana a sus compatriotas en apestados, llevado a sus empresas camino de la ruina, y empobrecido a su propio país y a su gente en unos niveles que todavía nadie se atreve a calcular. De hecho, cada día que pasa sin que termine esta campaña es una muesca en la culata de su revólver de matón de esquina con armamento nuclear. Las protestas de su propio círculo de amigotes ricachones atados de pies y manos y perdiendo millones de dólares pueden ser tan sólo un incómodo run run si la situación se prolonga y la gente, desesperada, pierde el miedo a la protesta y se lanza a la calle a exigir el fin de la fiesta putinesca pagada con su dinero, al precio de su empobrecimiento. Algunos grandes empresarios rusos ya están emitiendo públicas quejas sobre la invasión, mientras se suceden los manifiestos y hasta las dimisiones en el mundo cultural por la oposición frontal a la guerra. Y la calle vuelve a sonar. La semana pasada la policía detuvo a más de 3.500 personas en Moscú y algunas otras ciudades. Pero la protesta popular volvió a mostrar músculo ayer en San Petersburgo.

Bulle y alimenta el ánimo afectado, desasosegado, el valor sin fisuras de los ucranianos frente al invasor, como reconforta ver que Europa está donde le exige la Historia. Esta vez sí. Pero hay en España un contrapunto de tibieza y estulticia clarificador del talento y el talante de quienes nos gobiernan. Una parte del gobierno sigue convocando movilizaciones contra la guerra y la Otan al mismo tiempo, lo cual vuelve a revelar una idea simple e infantil de la realidad, un tirar de los viejos esquemas aunque el mundo haya cambiado, un confundir el culo con las témporas, el agresor con el que se dispone a defenderse. Lo malo es que esa bobería contagia a todo el gobierno y si el lunes Sánchez aprovechaba la invasión para pedir el PP que desbloqueara el poder judicial, ayer la portavoz Rodríguez comparaba la no implicación española en armar al ejército ucranio, como hacen Alemania o Francia, con el papel de España en las vacunas.

El despropósito se completó el martes con los socios y aliados del gobierno oponiéndose en el parlamento europeo a condenar la Guerra.

Las crisis siempre revelan lo mejor y lo peor de lo que somos. También en esta ocasión.