8-M

Era de la mujer

Hoy es el día internacional de la mujer y la ciencia ya nos ha revelado que los cerebros de las mujeres y los hombres presentan características diferentes, pero han de ser iguales ante la ley

Para el ser humano, como especie pensante, siempre será desasosegante contemplar las crudísimas injusticias provocadas por las regularidades evolutivas que descubrió Darwin en la naturaleza.

La crueldad y la indiferencia de la biología nos deja estupefactos y, a veces, cuando los seres humanos queremos hallar una explicación moral a esa simple indiferencia matemática, todavía empeoramos más las cosas. La realidad son los hechos científicos correspondientes a cómo funciona el cerebro; cómo percibe la realidad, responde a las emociones, observa y descifra dichas emociones en los demás y escucha sus sentimientos (dos cosas parecidas pero diferentes: lean a Antonio Damasio). También lo es cómo provee y cuida a los otros. La realidad externa es la suma total de las maneras en que la gente la concibe, una suma infinita e inabarcable.

La cruel indiferencia evolutiva colocó a la mujer, buscando el objetivo de la procreación, en una posición enormemente vulnerable durante la gestación. A esa desventaja añadió el dolor del canal del parto, dolor que los hombres tendremos siempre la suerte de no experimentar jamás. Esas injusticias biológicas eran tan incomprensibles para el pensamiento moral humano que a los más ancianos relatos solo se les ocurrió imaginar alguna culpa para justificar esa inconcebible descompensación de vulnerabilidad y sufrimiento. Solo para que el relato tuviera sentido, a la injusticia de la arbitrariedad biológica añadieron la injusticia de culpabilizar. Los mitos se poblaron de serpientes astutas y traidoras, de costillas subalternas que creaban seres secundarios, de manzanas que tentaban la supuesta superficialidad de seres subsidiarios. Cuidado, pues, con los relatos.

Hoy es el día internacional de la mujer y la ciencia ya nos ha revelado que los cerebros de las mujeres y los hombres presentan características diferentes, pero han de ser iguales ante la ley y ante las oportunidades. Y lo han de ser porque esas diferencias no les hacen mejores o peores, sino que simplemente alcanzan lo mismo por caminos neurobiológicos diferentes.