Medio Ambiente
El petróleo que queda
Muchas veces se ha especulado con el fin del petróleo. Y en verdad las reservas decaen inexorablemente desde hace años, sólo que los nuevos métodos de extracción off-shore, a grandes profundidades bajo el mar, o bien el fraking (sacarlo a presión de las rocas) hacen que se prolongue la agonía del crudo, cuyo reinado ha marcado nuestras vidas en el último siglo. Queda petróleo para rato, pese a que su catalogación como energía fósil muy contaminante, hace que el interés de los gobiernos por su explotación haya decaído sin remedio desde décadas. Actualmente los principales productores de crudo son Estados Unidos y Rusia, con 10,2 millones de barriles por día y 9,7 millones, respectivamente. Las mayores reservas probadas, sin embargo, están en Venezuela (503.806 millones de barriles) y Arabia Saudita (260.000). El problema actual es que, como consecuencia de la invasión de Ucrania, Rusia está teniendo dificultades para vender su producción, lo que afecta directamente al precio de los combustibles en Europa. Aunque no sea muy explicable el hecho de que siendo el precio del barril de 136 dólares en 2008, la gasolina costara entonces 1,11 euros por litro, mientras que ahora a 105 euros el barril, la llegamos a pagar hasta dos euros el litro.
El problema que ven algunos es que el precio del petróleo podría llegar a los 200 dólares el barril (agencias internacionales lo elevan hasta 250 o 300 dólares), como consecuencia de la bajada en la producción rusa por el rechazo europeo a comprarlo. Estados Unidos está poniendo en el mercado sus reservas, lo que aminorará la tensión, pero a un coste siempre mayor que el ruso, igual que sucede con el gas.
Ese horizonte de tensiones hace más necesario que nunca la sustitución del oro negro como energía de referencia para el mundo. Energía que contamina y poluciona más de lo permisible. Sabemos que el petróleo es limitado y se acaba, pero seguimos dependiendo de él. Son tantos los intereses que mueve, que es muy difícil que el planeta supere su dependencia, pese a ser un contaminante probado de nuestros mares y del aire que respiramos, al favorecer el calentamiento de la Tierra, la disminución de la capa de ozono, la acidificación del medio ambiente, la emisión de metales pesados a la atmósfera y el smog, esa niebla contaminante que envuelve a las grandes ciudades. Es probable que esta crisis acelere su sustitución, aunque los estertores los vamos a sufrir en nuestra vida cotidiana, especialmente en Europa.
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