Opinión

Mi amigo Sergei

Lo siento, Irene (Montero). Hace años conocí a un ruso y desde entonces nos mandamos mensajes furtivos. Parloteábamos de la vieja cultura eslava, de la fría belleza de San Petersburgo y en mi cabeza sonaba Borodín de fondo. Supongo que Sergei admitía todas mis pedanterías a cambio de que luego hablásemos de bellas españolas, de la tortilla de patatas y de cómo calienta el sol en Marbella. Él se crió en la URSS, que idolatra, y yo en una barriada jerezana de bloques soviéticos, que odio. Aquello nos unió más que mi afición por Rimsky-Kórsakov, del que él no tenía ni idea, pero también las chicas rusas, al preguntarle si en su gélido país eran tan acogedoras como yo suponía. Sí, es muy triste pasar de Tolstoi a una militar rubia de aires marciales, pero la vida puede ser así de cutre.

Yo lo advertí más arriba, lo siento, Irene. Desde que Putin comenzó a joderle la vida a los ucranios, Sergei y servidor ya no charlamos de lo que más nos gusta, si no de la mierda de una guerra que para él no existe y que para mí no termina de acabar. En su pequeña ciudad cercana a los Urales las tropas de la Z sólo tratan de llevar un poco de paz a un pueblo hermano que sufre la violencia que ejercen los nazis. Tampoco hay muertos, porque los soldados de Moscú no disparan, ni misiles, por eso me cuenta que nosotros vivimos bajo las «fake news» y cuando se cabrea repite sin parar: «We support our foreign polity». Cuando le pasas fotos de los muertos de Bucha dice que son un montaje y que los medios «no oficiales» se han marchado de Rusia porque no quieren contar la verdad. Pero Sergei, mi amigo ruso, entra verdaderamente en shock cuando le pregunto por qué no hay partidos de la oposición en su país. Simplemente no lo entiende y explica primariamente que hay rusos buenos y malos sin dar más explicaciones.

En realidad le pueden dar por saco a Sergei, pero me deja con el ánimo cortado que esa simpleza mental, ese discurso de buenos y malos, existe ya en España y ahora en Francia se juega las presidenciales ante Macron.