Medio Ambiente

Cementerio de palas: el talón de Aquiles de la energía eólica

La edad media de un aerogenerador es de 25 años. Habida cuenta que los primeros parques eólicos se empezaron a levantar a finales del pasado siglo XX, hoy miles de «molinos de viento» están llegando al final de su vida útil. En Estados Unidos el problema ya ha saltado a la luz, al descubrirse inmensos cementerios de palas de aerogeneradores de los que no se tenía previo conocimiento. En España aún no se ha abordado la cuestión, pero no tardaremos en abrir el debate. Es éste el auténtico talón de Aquiles de la energía eólica. Lo lógico sería reciclar el cien por cien de tales aparatos cuando queden obsoletos. El problema es que sale muchísimo más caro que enterrarlos, y de ahí que algunas compañías opten por esta última solución, que desde el punto de vista ecológico es un auténtico desastre. Hasta el punto de convertir una energía limpia y renovable durante la totalidad de su vida útil, en tremendamente negativa al llegar a su ocaso.

Entre el 85 y el 90 por ciento de los materiales de un aerogenerador (acero, hormigón y cobre) son fácilmente reciclables. El problema es que el diez por ciento restante corresponde a las palas, que están fabricadas de complicados compuestos de fibra de vidrio y carbono. Se pueden enterrar sin que suponga un grave peligro de contaminación, pero llenar nuestro subsuelo de elementos cuyo tiempo de eliminación se desconoce no parece una idea razonable. Por eso ahora están surgiendo todo tipo de ideas sobre su reutilización, por ejemplo, como parte del mobiliario urbano, habiendo ya usos de restos de palas para soportes de parking de bicicletas u otros proyectos ciertamente innovadores, pergeñados por arquitectos de todo el mundo. El español Alex Costa diseñó un sistema para convertirlas en lámparas, sillas o estanterías, evitando cualquier proceso químico que pueda ser contaminante del medio ambiente natural.

El problema es que la enorme cantidad de palas que quedarán obsoletas en nada de tiempo no se van a poder reutilizar fácilmente, por tratarse de un número exagerado, con unos tamaños igualmente excesivos, de hasta 20 metros de altura. Por el momento la principal solución es el reciclaje mecánico, consistente en la trituración para reutilizar los materiales obtenidos como refuerzo en la fabricación de cemento, hormigón o pavimentos para aislamientos térmicos y acústicos. Buena solución, pero cara. Y ahí está el problema. Hay quienes prefieren enterrar a reutilizar o reciclar, por ser más barato. Habrá que afinar la legislación al respecto para evitar que España se convierta en un inmenso vertedero de palas. Sería realmente lamentable.