Medio Ambiente
Un gasoducto verde
Se llama MidCat al proyecto de gasoducto que plantea la conexión de España con Francia mediante la construcción de un tramo de tubería que partiría de Hostalric, en Gerona, y se adentraría en Francia por Barbairan y Montpellier. Este propósito, denominado la pasada semana «crucial»por la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, había sido despreciado en 2018 por el Gobierno español en declaraciones reiteradas por la vicepresidenta para la transición ecológica, Teresa Ribera, que en 2019 apostó directamente por olvidarlo y dejarlo fuera de la lista de planes de interés común europeos. La sorpresa se produjo la semana pasada cuando la máxima responsable de la Comisión declaró sin ambages que «España tiene la mayor capacidad de regasificación de Europa y ya se ha convertido en el principal centro de distribución de GNL (Gas Natural Licuado) procedente de África y América».
Dos cuestiones son claves ahora en el proyecto. La primera, el tema de la regasificación, citado por Von der Leyen. Nuestro país es, en efecto, líder de Europa en materia de regasificación, con siete centrales situadas en Barcelona, Cartagena, Mugardos, Sagunto, Bilbao, Huelva y El Musel. En estas plantas se introduce el gas licuado GNL, importado en buques metaneros desde países remotos como Qatar o Estados Unidos, por ejemplo, y se convierte en gas para consumo nacional o bien para enviar a través de un gasoducto a terceros países. Hasta ahora era posible esa transformación para uso estrictamente español, pero con la construcción del MidCat se abriría la posibilidad de llevar a diferentes países europeos gas natural regasificado en España.
Este planteamiento es especialmente relevante ahora que Europa quiere dejar de depender del gas ruso. Los metaneros llegarían a la península desde cualquier país exportador y desde aquí lo distribuiríamos por el continente aprovechando la red europea de gasoductos, y una vez que nosotros nos conectemos con Francia. La vicepresidenta Ribera, tan ecologista ella, tumbó el proyecto por tratarse el gas de una energía fósil en la que no merecería la pena invertir. Se está viendo ahora lo errado de la decisión, pues de haber seguido adelante con el plan, nos habríamos convertido en este momento en una potencia gasística, pese a que nuestra producción real es cero. El segundo aspecto que toma relieve ahora es el barniz «verde» que el Gobierno quiere darle al proyecto para justificar su reactivación. Se trata de que la infraestructura no sirva sólo para transportar el gas argelino o el norteamericano, sino también hidrógeno ecológico. Enagás calcula que el MidCat podría llevar al menos el 10 por ciento del hidrógeno verde que necesitará Europa en el año 2030. Buena idea, suponiendo que la infraestructura sea compatible. Al contar con el apoyo económico de la UE, su coste sería realmente bajo para España, y el beneficio particularmente alto. Qué pena que por motivos meramente ideológicos, el Gobierno de Sánchez paralizara este proyecto en 2018. Hoy ya sería casi una realidad.
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