Cuartel emocional

Veinte años no es nada

Que veinte años no es nada, además de ser un famoso tango de Carlos Gardel y una novela de Marta Rivera de la Cruz, incluso el título de un documental español de principios del 2000, es un tópico, una falacia. Veinte años es mucho, ¡ya lo creo que es mucho!, y así lo vi el pasado martes durante la presentación del último libro de mi muy querido padrino Federico Trillo-Figueroa, integrante de una generación que entiende la política desde la prudencia y la libertad, no desde la intolerancia y la mentira como ahora ocurre. Trillo vuelve a la literatura con el más reconocido autor en lengua inglesa, con una novela entre la ficción y la historia, “El censor de Shakespeare”, lo cual hace romper excepcionalmente el adagio de que en España no se pueden dar dos ideas de una misma persona. Federico demuestra que los políticos pueden escribir y, además, escribir bien, porque es hombre culto, leído y curioso, lo mismo que sus presentadores, la ya mencionada Marta Rivera de la Cruz, hoy consejera de cultura de la comunidad de Madrid, y el ex presidente de esta comunidad Joaquín Leguina, quien declaró sentirse bien, entre la sinceridad y el humor irónico que le caracteriza, rodeado de tanta gente del Partido Popular. Allí se dieron cita miembros de los gobiernos en los que participó el protagonista de la tarde, ya como ministro de Defensa, como Presidente de las Cortes o como embajador del Reino de España. He de decir con tristeza que se notan esos veinte o veintitantos años sobre sus arrugas, sobre sus cabellos ralos y sobre sus espaldas, en algunos casos encorvadas. Fede no, Fede está pletórico y recuerda con regocijo aquellos domingos en Londres con María José, paseando por Charing Cross y otros lugares donde se encuentran verdaderas joyas bibliográficas, en los tiempos en que fue sucesor del conde de Gondomar, diplomático español en el Reino Unido en los tiempos de Shakespeare. Yo también recuerdo aquellos días en que los visitábamos en aquel palacete de Belgravia Square, donde las horas pasaban sin enterarnos. Pero volvamos al libro, porque en él se narra cómo se forjó el día a día de Europa y nos permite conocer la historia y sus historias al tiempo que nos provee y nos remite a procesos largos que han dejado un poso de logros. Un viaje por el último tercio del S. XVI donde se entremezcla la amenidad y el rigor.

Mientras tanto en España Sánchez, y sólo él con su cara de cemento y con mucho bótox, se permite celebrar sus cuatro años en el poder hablando de sus logros (¿) mientras la inflación devora su credibilidad y la espada de Damocles del batacazo en las andaluzas planea sobre su cabeza. Cuatro años de mentiras, de falacias, de cambio de ideas según su conveniencia. Sin duda España es un país tan fuerte que aguanta a los Sánchez de turno, mientras la ciudadanía espera su caída y la renovación de una sociedad en liquidación por derribo. Me uno a Bill Gates cuando dice que “pese a tanto dirigente que no está a la altura, sigo convencido de que la condición humana va a mejor”. Ya veremos.

CODA. Me congratula y me produce gran regocijo la sentencia que condena a Amber Heard a pagar a Johnny Deep quince millones del ala. Ya está bien de falsas denuncias de maltrato. Muy distinta suerte hubiera corrido aquí, en España, donde merced a las artimañas de Irene Montero, el hombre será siempre presunto culpable. La cajera se carga de un plumazo el principio de “in dubio pro reo” y la justicia se queda impasible. Luego habla muy ufano Sánchez de la separación de poderes…