Marruecos

Más solos que nunca

¿Qué hemos obtenido los españoles a cambio de este giro diplomático tan peligroso de Sánchez? No lo sabemos, no lo comprendemos, no nos lo han explicado, no nos lo han consultado

Aparte de contemplar al legendario Rafa Nadal en París, con su última copa del Roland Garros, la única buena noticia que hemos recibido los españoles esta semana tiene que ver con el tope al precio del gas, recién aprobado en Bruselas, y que empezaremos a notar por fin en julio, en la factura de la luz.

Por lo demás, cada día nos levantamos con disgustos económicos añadidos, derivados todos de una guerra en Ucrania que, por desgracia, va para largo: ahí están los carburantes, batiendo récord diario de precios; la cesta de la compra, más cara que nunca; una crisis alimentaria global en ciernes, por la escasez de cereales; los tipos de interés subirán en Europa por primera vez en once años, y eso se traducirá en hipotecas y en créditos mucho más caros… Es un no parar, con las familias ya muy asfixiadas.

Por si todo esto fuera poco, Argelia decide ahora tomar represalias contra España, tras el inesperado cambio de postura de Pedro Sánchez respecto al Sáhara Occidental. Argelia zanja de cuajo su relación amistosa de décadas con nosotros, congela importaciones y exportaciones a España y, lo más inquietante: Argelia puede llegar a cortarnos el suministro de gas, aunque existan contratos de por medio. Y si eso sucede, por mucho que el Gobierno español lo denuncie en la Unión Europea y por mucho que Bruselas llame al diálogo, nos veremos abocados a comprar gas licuado por otras vías y a un precio cuatro veces superior al actual. Dejar de recibir el 24% del gas que consumimos, gas argelino, tendría consecuencias desastrosas.

Los efectos de la primera bofetada económica que ya nos ha dado Argelia suponen un serio perjuicio para empresas exportadoras de plástico, hierro y otros materiales. Y no hablemos ya de otras posibles consecuencias, como que empiecen a llegar pateras como las que ya hemos visto esta semana en Baleares, procedentes de aquel país.

¿Qué hemos obtenido los españoles a cambio de este giro diplomático tan peligroso de Sánchez? No lo sabemos, no lo comprendemos, no nos lo han explicado, no nos lo han consultado. Ni a los españoles, ni a la oposición, ni a los socios del Ejecutivo, ni siquiera a Unidas Podemos. Solo ha trascendido que la decisión la toma Sánchez sabiendo que su móvil y los de varios de sus ministros habían sido espiados con el programa Pegasus, comprado por Marruecos.

Tengo la sensación de que estamos más solos que nunca en este embrollo diplomático, sin relaciones transparentes con el ahora amigo vecino alauí –aunque en los libros de texto marroquíes se contemplen Ceuta y Melilla como territorios marroquíes, ojo– y rompiendo totalmente con Argelia, aliado fiel durante décadas. ¿Qué hemos ganado con este nuevo rumbo de la política exterior? Urgen las explicaciones.