Sáhara Occidental
La mano alargada de Biden
Si Canarias y el Sahara fueron los argumentos del pasado, ahora lo son Ceuta y Melilla
La política española en el norte de África no se decide sólo en Madrid, sino que nos viene inducida con frecuencia desde Washington. El ex ministro de UCD José Manuel Otero Novas, hombre de confianza de Suárez, lo dijo bien claro el otro día, a propósito del 40 aniversario del ingreso en la Alianza Atlántica: «O entran ustedes en la OTAN o les independizamos las Canarias», fue el mensaje que mandó Estados Unidos a nuestros gobernantes de entonces, cómodos en el papel de neutralidad vigilada que asumimos desde los acuerdos de Franco con Eisenhower.
El MPAIAC (Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario) daba aquellos días muchos quebraderos de cabeza en Madrid. Curiosamente, tras hacer público Suárez nuestro interés por ingresar en la NATO, fueron clausuradas las emisiones desde el exterior de La Voz de Canarias Libre y poco se supo más del MPAIAC y de su líder, Antonio Cubillo, que sufrió un atentado en 1978 y murió casi en el olvido mediático en 2012 en Tenerife.
También ha trascendido ahora, como consecuencia de la desclasificación de documentos de la CIA ordenada por Trump en sus últimos meses de la Casa Blanca, que la Marcha Verde marroquí sobre el Sahara triunfó rápido gracias al pacto secreto entre Estados Unidos y don Juan Carlos, según el cual España aceptaba entregar la colonia a Marruecos y Mauritania, con la garantía a cambio del total apoyo norteamericano al nuevo jefe del Estado en su difícil tarea.
Aquellos eran tiempos difíciles y contar con el soporte USA era importante para un país convulso como el nuestro, en tránsito inestable hacia la democracia. Tampoco ahora somos una balsa. La relación con los vecinos del Sur ha sido tradicionalmente complicada, pero bien llevaba tanto por González como por Aznar, que supieron mantener el difícil equilibrio de navegar entre Marruecos y Argelia. Algo que se mantuvo hasta que la política exterior de González Laya inclinó la balanza hacia Argel en detrimento de Rabat, lo que obligó al posterior bandazo de Alvares en favor de Marruecos enervando a Argelia.
¿Por qué Sánchez envía en marzo de este año la carta a Mohamed VI comprometiendo el apoyo de España a la autonomía del Sahara? Está claro que Biden no lo va a explicar, aunque su mano es alargada. Importa conocer que entre los pasados meses de enero y marzo se mantuvieron contactos habituales por la cúpula española de Exteriores y la vicesecretaria de Estado Wendy Sherman, incluidas dos discretas visitas a Madrid previas a giras por el norte de África y Turquía. Antes, el ministro Alvares se había reunido con Blinken, jefe de la política exterior USA. Sabido es que la carta de Sánchez a Mohamed VI es copia casi literal de las enviadas también por Alemania y Francia, a su vez reflejo de la misiva anterior de Trump.
Si los argumentos esgrimidos en el pasado por la Casa Blanca fueron Canarias y el Sahara, ahora lo son Ceuta y Melilla, ciudades españolas no protegidas por la OTAN. Ha dicho Aznar que Marruecos tensa la cuerda cuando huele debilidad. Él se hizo respetar en Perejil. Rabat dejó claro hace un año lo fácil que es para ellos meter más de diez mil inmigrantes por la frontera del Tarajal.
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