Tribuna
Colombia: recuento de daños de un mal acuerdo de Paz
El Gobierno puso punto final a las políticas contrainsurgentes y de fortalecimiento del aparato de seguridad que habían devuelto la seguridad y la prosperidad al país durante la primera década del siglo


Durante la década de 1990, Colombia era un estado fallido, dominado por las mafias del narcotráfico y sometido por la violencia de las guerrillas y los grupos paramilitares. Aunque en los primeros años del siglo XXI la situación pareció dar un cambio radical gracias a las medidas implementadas por los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, hoy en día el país sufre de nuevo el flagelo del crimen organizado y el narcotráfico. Desde que se firmó en 2016 el acuerdo de paz con las FARC, la situación de seguridad del país ha empeorado considerablemente y la promesa de «Paz Total» de Gustavo Petro ha quedado en nada.
Los éxitos en seguridad del gobierno de Álvaro Uribe han hecho que su imagen siga siendo relevante dentro de la política colombiana, donde actúa como líder espiritual de la oposición. Dentro de la sociedad aún resuenan los logros conseguidos durante el gobierno uribista, como las operaciones militares contra las FARC que resultaron en la liberación de prisioneros y la reducción de los cultivos de coca a lo largo del país. Aquellos grandes avances del gobierno uribista solo fueron posibles gracias a las bases asentadas por su predecesor, Andrés Pastrana, quien diseñó conjuntamente con Bill Clinton un plan de cooperación de 10,6 billones de dólares estadounidenses que financió la reestructuración del Estado, la lucha contra las drogas y el terrorismo en los siguientes años.
Hacia 2010, Colombia parecía un país distinto a aquel que había sido dominado por las guerrillas y las mafias en los años finales del siglo XX. La presión militar ejercida sobre las FARC hacía pensar en la viabilidad de un nuevo proceso de paz que liberara definitivamente a Colombia de la violencia. Pese a los esfuerzos políticos realizados por Andrés Pastrana y Álvaro Uribe para alcanzar un acuerdo político para la desmovilización de las FARC, nunca llegaron a buen puerto.
La llegada de Juan Manuel Santos a la Casa de Nariño dio un nuevo aire a la búsqueda de la paz. El acuerdo firmado en 2016 pareció abrir las puertas a un nuevo capítulo de la historia del país. Sin embargo, nueve años más tarde, se notan los efectos negativos de aquel acuerdo. Según indica el general Jorge Luis Vargas, exdirector de inteligencia de la Policía, el presidente Santos «quería un plebiscito para asegurar la legitimidad, pero con el riesgo de dividir el país. Nosotros (la inteligencia) le recomendamos que no hiciera el referéndum». Tras casi una década, Colombia hoy es un país polarizado y a las puertas de un proceso electoral que empezó ya con mal pie tras el asesinato del precandidato presidencial Miguel Uribe.
Tras aquel acuerdo de paz, el Gobierno puso punto final a las políticas contrainsurgentes y de fortalecimiento del aparato de seguridad que habían devuelto la seguridad y la prosperidad al país durante la primera década del siglo. Por poner un ejemplo, en 2013 el área de cultivos de coca se había reducido hasta 40.000 hectáreas. Hoy han alcanzado 270.000 hectáreas, convirtiendo de nuevo al país en el principal productor de cocaína a nivel mundial. En este sentido, el exvicepresidente Francisco Santos indica que la estabilidad creada gracias al Plan Colombia fue desmantelada por el proceso de paz, primero, con el abandono de la política de erradicación de los cultivos de coca durante el gobierno de Juan Manuel Santos y, luego, con la reducción de las capacidades de las agencias de seguridad.
Ahora, cuando la seguridad del país se ha deteriorado notablemente tras el gobierno de Gustavo Petro y Estados Unidos ha retirado a Colombia la certificación como país combatiente del narcotráfico, las elecciones de 2026 representan una oportunidad para reconstruir la credibilidad del país. Sin embargo, una nueva victoria del oficialismo consolidaría el populismo de izquierdas de Gustavo Petro, quien, en meses recientes, se ha mostrado favorable a que las Fuerzas Armadas colombianas cooperen con la dictadura venezolana.
En palabras del exvicepresidente Francisco Santos, el objetivo debe ser evitar «la mexicanización de Colombia» y señala la responsabilidad de los políticos de centroderecha, quienes deberán deponer sus egos y evitar que Colombia se convierta en «una pseudo democracia a la imagen de la Venezuela de Nicolás Maduro». En el mismo sentido, el expresidente Andrés Pastrana apunta: «Si se quiere comprender lo que ocurre en Colombia, hay que escuchar a los venezolanos. Ellos vienen del futuro».
Greg Mills, de la Fundación Brenthurst.Juan Diego Molina, del Instituto Cultura y Sociedad. Universidad de Navarra.