Política

Conspiranoicos

La ministra de Hacienda está chapoteando en la insolvencia intelectual de quien carece de respuesta precisa a la crítica

Al gobierno le parece muy mal que las grandes empresas protesten sus decisiones y los medios de comunicación critiquen sus políticas. Clama la fogosa ministra de Hacienda, María Jesús Montero, contra la supuesta conspiración economicomediática que busca derribar al gobierno. Se puede intentar bucear en sus motivos, entender que quizá confunde el culo de las redes sociales con las témporas de la prensa no afecta, al decirle a Susanna Griso en su Espejo Público que estamos ante una acción orquestada para socavar la democracia. Pero a la primera inmersión se descubre que no hay confusión, sino estrategia. Que lanzar esa mentira consciente de que lo es, busca sembrar dudas sobre quiénes están haciendo dudar de su gestión. Ya lo hizo Podemos, ya el malogrado Pablo Iglesias manejó exactamente el mismo argumentario con la soltura y la agilidad verbal con que se empeñan en vender su mercancía los charlatanes profesionales. Cuanto más gorda es la mentira más verdad parece, cuanto más alto se dice, más brío cobra.

La máxima de que la mejor defensa es un ataque es una patológica confesión de inseguridad por quien lo mantiene y aplica. La mejor defensa es el argumento y la acción positiva que desactive la crítica y haga el ataque inútil. La más inteligente reacción ante una puesta en cuestión de obras e ideas es escuchar, digerir y contestar o admitir errores. Sobre todo esto último. Cualquier experto en venta medianamente estudiado conoce las enormes ventajas de admitir el error. Pero en la política española –singularmente en el bigobierno y alrededores– falta mucho entendimiento y sobran suficiencia y disciplina de partido. Equivocarse se considera una debilidad. Nadie quiere verse débil, nadie reconoce errores. Error de apreciación que tiene su máxima expresión en la respuesta iracunda y excesiva a la crítica o la puesta en cuestión de lo que uno hace.

Alguien tendría que explicar a esta izquierda de papel de fumar que reconocer los errores humaniza y engrandece y que la crítica, por muy negativa o destructora que sea, siempre es una oportunidad para mejorar o para reafirmar argumentos.

Al hacer suyo el lenguaje conspiranoico de Podemos la ministra de Hacienda está chapoteando en la insolvencia intelectual de quien carece de respuesta precisa a la crítica y revela una intolerancia a la medicina crítica que además de perjudicar a su propia salud política, deja en el aire, como una amenaza imprecisa pero visible, la posibilidad de que caer en la tentación de ir más allá de las palabras con quienes critican o cuestionan. Algo también muy de Podemos.

Un gobierno que avanza con descaro hacia la apropiación indebida de instituciones como el CNI, el Centro de Investigaciones Sociológicas o ayer mismo el Instituto Nacional de Estadística no da pistas de cortarse si hay que parar los pies a ciertos medios de comunicación o negar el pan y la sal del trato institucional justo a compañías que interese amedrentar ante la opinión pública.

La amenaza democrática, en estos días de luminosa propaganda del presidente NATO Sánchez mientras el portero del sur masacra a decenas de desesperados, no está en unos medios críticos con el poder o unas empresas que tiran de la economía obteniendo beneficios, sino en estigmatizar con señales de humo negro a quienes tienen su razón de ser precisamente en hacer eso que tanto irrita a Montero y compañía.