España

Operación salida

Los españoles hacemos vacaciones por bondad, para purificar al mundo a través de la pereza y la contemplación

El español medio considera inmoral no irse de vacaciones. Y bien que hace. En nuestro país podemos ser muy comprensivos con los vicios, pero cuando nos topamos con el perfil de un adicto al trabajo nos embarga un sentimiento de conmiseración mezclado con cierta repugnancia, como si tuviéramos delante una de las peores perversiones del género humano. Eso no significa que en España no hayan «workalcoholics». Ahora bien, los que hay no son de primera mano. Son imitaciones de lo foráneo, simulaciones de esa patología, epígonos donde la adicción a trabajar es cierta pero secundaria.

Los españoles hacemos vacaciones por bondad, para purificar al mundo a través de la pereza y la contemplación. Nos embarcamos en operaciones salida como la de este fin de semana pasado (parachoques contra parachoques; trolley de Ave contra trolley de Ave) como se embarcaban los chinos en la larga marcha de Mao hace años: para dar al mundo un futuro mejor. Por eso nunca experimentamos remordimientos de la vagancia estival; porque al veranear por puro espíritu bondadoso nadie puede arrepentirse, dado que uno se arrepiente únicamente del mal, no de la bondad. Después de las vacaciones o inmersos en ellas, es cuando los españoles precisamente nos sentimos más inocentes y puros. Si sucede luego el curioso fenómeno de que, a pesar de esa rectitud moral canicular, el español medio coge a la vuelta todos los trabajos posibles que le salgan, no es por adicción al trabajo. Es simplemente porque los precios que encontrará a la vuelta subirán de una manera tan exagerada que necesitará trabajar el doble para pagar lo mismo y mantener el nivel de vida al que se ha acostumbrado.

Miren dentro de su interior (como dicen las películas cursis y buenistas) y lo verán con claridad. El español medio en el fondo sabe, con muy buen sentido, que de cara a no perder el ánimo siempre es mejor creerse adicto que esclavo.