Surf

Surfear a pesar de los tiburones

«Los surfistas quieren recuperar las olas de La Reunión»

Las estadísticas reflejan que en el mundo muere más gente por realizarse una fotografía que por el ataque de un tiburón. Sólo en España, un estudio internacional registró 15 decesos fotográficos de 2008 a 2021. Un total de 379 en todo el planeta. La muerte por «selfie» en acantilados, volcanes, puentes y hasta en panorámicos miradores y áticos (no siempre los escenarios son tan arriesgados) ya no es algo extraordinario. Sin embargo, los datos no se cumplen en la remota isla africana de La Reunión.

Aquí, en la última década han fallecido más turistas desmembrados por las fauces de los tiburones que por hacerse un retrato. En esta exuberante isla del océano Índico los escualos mataron desde 2011 a 2019 a once personas –la mayoría surfistas– y dejaron gravemente heridas a otras 16. Hasta entonces, debido al oleaje y la temperatura del agua, había sido uno de los rincones favoritos de los surferos de todo el mundo.

Pero a La Reunión le acompañaban titulares como «La isla de los tiburones asesinos», «El melodrama playero», «La zona cero de los ataques más terroríficos» o «Ataques de tiburones en el paraíso». Cansados de la mala prensa, en 2019, tras la última embestida mortal por un tiburón toro –de los más rápidos y agresivos de su especie– las autoridades tomaron la impopular decisión de prohibir la natación y los deportes acuáticos en toda la costa insular. Solo se permitieron los baños en las zonas de barreras de coral, donde los escualos no se adentran.

Tras casi tres años sin muertes, los surfistas quieren quitar el sambenito a la isla o, al menos, volver a practicar este deporte. Varias asociaciones exigen a las autoridades que reabran las playas y que refuercen el perímetro de seguridad a través de unas boyas que pescan tiburones. Sin embargo, se trata de una práctica que los ecologistas han denunciado y, de momento, han ganado. Así que por ahora solo les queda implorar y prometer que cogerán olas por su cuenta y riesgo, a sabiendas de que puede sobrevenir un ataque mortífero. Al fin y al cabo, en el resto del mundo, los letales «selfies» continúan sin prohibirse.