Política

Son dos días

Este verano nos estamos lanzando en masa a consumir, a viajar, a comer a los restaurantes, como si no hubiera un mañana. Ya te anticipo que este agosto me uno a la tendencia

Se acabó lo que se daba. Esta que está aquí se dispone a dejar los bártulos en las próximas horas con una sensación de agotamiento mayúsculo y con la convicción de que hay que exprimir la vida, al máximo. A pesar de los precios disparados –del dato del IPC con el que nos hemos levantado, por ejemplo–, a pesar de todos los virus amenazantes que nos rodeen, a pesar del cambio climático que nos reseca las tierras y nos provoca incendios devastadores, propongo que disfrutemos en nuestros respectivos paréntesis todo lo que podamos, cuándo podamos y cómo podamos, porque lo que se nos avecina en septiembre…muy buena pinta no tiene.

Si de un tiempo a esta parte creíamos que lo habíamos visto todo –volcán, pandemia, guerra, terremotos, tsunamis, ovnis, meteoritos, qué sé yo– agárrate, que vienen curvas: los meteorólogos pronostican un agosto de temperaturas aún más extremas, seguido de un otoño de intensísimas tormentas. Y cuando eso ocurra y empecemos a tiritar de frío, la Unión Europea nos avisará, muy posiblemente, del corte total del gas ruso y del consiguiente racionamiento energético, con todo el follón que eso puede suponernos en la vida cotidiana. No dejaremos de mirar en otoño a Ucrania y, si ya nos inquieta la Rusia de Putin, ojo también con la China de Xi Jinping y su tensión creciente con Estados Unidos.

Aquí, los políticos que nos gobiernan se están congratulando por el dato de la EPA, aunque es probable que en otoño vengan a contarnos que la recesión mundial y la incertidumbre global tienen la culpa de nuestros nuevos males. Me estoy imaginando hoy mismo a Pedro Sánchez, en su balance del curso en la Moncloa, sacando pecho por los logros históricos del Gobierno de coalición (aunque, puertas adentro, ya sabemos que PSOE y Podemos siguen con sus desavenencias en casi todas las materias).

Evidentemente, el último dato de la EPA es una muy buena noticia para España y hay que alegrarse, si obviamos el dato del desempleo juvenil, o el hecho de que sigamos duplicando la media de parados de la Unión Europea. Todo depende del cristal con el que se mire.

Yo no sé si después del verano nos espera el Apocalipsis o no, pero los españoles tenemos dos posibilidades: dejarnos llevar por el pesimismo ambiental o trabajar aún más la resiliencia, esa capacidad para superar circunstancias traumáticas. En esto, somos potencia. Muy conscientes de la coyuntura y sin embargo, precisamente por eso, este verano nos estamos lanzando en masa a consumir, a viajar, a comer a los restaurantes, como si no hubiera un mañana. Ya te anticipo que este agosto me uno a la tendencia, que la vida son dos días. ¡Feliz verano!