Gas
Macron recela del gasoducto español
«Macron puede poner trabas al Midcat porque convertiría a España en estratégica en política energética europea»
Emmanuel Macron aseguró poco después de acceder a la presidencia de Francia, en 2017: «Asumo el discurso de grandeza –«grandeur»–. Es apropiado para el momento que vivimos». Y por si hubiera alguna duda, en su foto oficial, se podía ver un ejemplar de «Las memorias de guerra» de Charles de Gaulle, el máximo referente moderno de la «grandeur», aunque todos sus sucesores también intentaron encarnarla. Incluso el socialista François Mitterrand, el hombre que más tiempo –14 años– presidió la República, era tildado de «monarca republicano». También por aquella época, Macron aseguraba que «Francia debe permitir a Europa convertirse en el líder del mundo libre», aunque callaba que siempre y cuando fuera Francia quien dirigiera el cotarro. Ahora, el presidente francés tiene una patata caliente delante de él, que no le gusta demasiado, la reactivación del gasoducto Midcat, que ha propuesto el canciller alemán Olaf Scholz, como vía alternativa y de futuro para solucionar los problemas energéticos de Europa y, por supuesto, de Alemania.
El Midcat, que sería magnífico para España, afronta muchos desafíos y sus enemigos empiezan a reaparecer. El ecologismo militante, que ya influyó en su paralización, sigue sin verlo con buenos ojos. No obstante, las mayores prevenciones vienen y vendrán de Francia, que ya en su día demostró que no tenía ningún interés en el proyecto y toreó al Gobierno español, que se puso de perfil. Hasta ahora, la «vice» Teresa Ribera no había demostrado ningún interés, pero la realidad se impone. El problema del proyecto, más allá de la inversión millonaria –que la Unión Europea podría ayudar a costear–, radica en los recelos galos, con Macron a la cabeza. El Midcat convertiría a España en estratégica en la política energética europea y relegaría a Francia en el momento que el gasoducto pudiera transportar hidrógeno producido con energía renovables y en lo que las infraestructuras españolas van muy por delante de las francesas, sin olvidar hasta entonces, las capacidades de las plantas regasificadoras españolas y portuguesas. Alemania lo quiere y es importante, pero tampoco es fácil que Macron se olvide de la «grandeur» y de una baza tan grande a España.
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