Cambio climático

Habla el mar ¿quién escucha?

Hace falta cambiar mentalidades y políticos, gestores y objetivos, porque administrar lo que viene, lo que está ya aquí, con la herramienta habitual de salir del paso será suicida

Le escama a Mariló que ya no le dé impresión meterse en las aguas del Cantábrico. Este año están mucho menos frías que otros veranos, mucho menos. También se llenan de algas. Su amiga Piluca, que lee mucha prensa y se entera de todo, dice que la culpa la tienen el cambio climático y la contaminación: que la subida de la temperatura del mar es un síntoma inequívoco del calentamiento global, y que como el agua está mas caliente proliferan las algas, alimentadas, además, por el incesante vertido de sustancias como nitratos o algunas otras porquerías contaminantes. Pero Mariló no ve en los telediarios ni escucha en la radio nada que tenga que ver con esa invasión ni con el Cantábrico tan caliente como Benidorm. Los incendios sí, eso sí. Porque es muy evidente y resulta espectacular a la hora de transmitir imágenes. Dice la prensa que se ha quemado tanto este verano en España como toda la provincia de Álava, y que en décadas –desde luego en este siglo veintiuno, seguro– no se había producido tamaño desastre. Como la sequía, que está aquí. Y sale también, pero nos regodeamos en lo bonitas que son las ruinas que dejan ver los pantanos vacíos.

Mariló está segura de que todo esto son, como sostiene Piluca, los colmillos de lo que antes se llamaba cambio climático y luego calentamiento global y ahora emergencia climática. Supone que las autoridades responsables siguen trabajando en ello, porque a veces piensa que lo han dejado de momento ante el cambio de pie que la otra crisis, inesperada, implacable, ineludible, la energética ha provocado en todo el mundo. Íbamos camino de una energía universal renovable, limpia, feliz e inagotable, y resulta que nos hemos dado en las narices con la puerta de la escasez. Pero habíamos quemado las naves al tomar tierra, y no hemos podido volver atrás. O muchos no han podido hacerlo. Aquí cerramos las minas de carbón y en Alemania las centrales nucleares. Estaban los alemanes encantados con Rusia, e hicieron como esas empresas que pactan con grandes superficies venderles toda su producción sin darse cuenta de que si algún día las cosas se tuercen no tendrán un solo cliente. No quisieron o no supieron ver lo que la guerra en Ucrania ha revelado, que en Rusia ha cuajado un régimen hacia dentro tiránico y hacia fuera imperialista, que ambiciona el control de su gente y la revolución de los equilibrios mundial es de poder en beneficio propio. Y ahora está la Unión Europea temblando por los miedos de Alemania a que el crudo invierno sin gas de Putin les traiga una recesión.

Qué mal gestionan el futuro los políticos, piensa Mariló. Tiene razón Piluca cuando dice que les falta la formación del ama de casa o haber gestionado una empresa; como carecen, añade ella, de cualquier rasgo, siquiera mínimo, de grandeza de horizontes o de perspectiva histórica o de país más allá de ganar las próximas elecciones.

Y todo eso se le antoja muy peligroso ahora. Porque nadie le quita de la cabeza que aquí y acullá las élites políticas siguen administrando el presente como si el futuro no existiera, como si el pasado no hubiera dejado enseñanza alguna, como si solo contara salir del paso. Se calienta el agua de los mares del norte, se deshacen los glaciares, emite el mar –que es la sangre vital de la tierra– señales de alarma mortal y aquí la preocupación es que vayamos por casa con una vela para ver por dónde se escapa el aire. El planeta muere por inacción, desidia e insensatez y a falta de algo mejor, se nos pide que nos duchemos en vez de bañarnos, con agua fría mejor, que ventilemos solo diez minutos para que no se enfríe la casa y luego haya que calentarla, que pongamos bombillas de led o que el sol no le dé a la nevera. Mariló se lee de pe a pa las 50 medidas que sugiere el gobierno español para ahorrar energía y no sale de su asombro. No puede salir. Oye, que sí, que está muy bien todo eso que proponen y algún día dispondrán si no somos buenos ciudadanos, pero que además sería interesante advertir a la población de la situación real en la que estamos y más interesante aún forzar la adopción de medidas en las conferencias o los órganos internacionales pertinentes para remediar en lo posible el desastre que ya está aquí. Porque está aquí.

No se puede seguir negando una realidad que parece sólo ocultarse hoy a quienes tienen que tomar decisiones. No se puede encarar una crisis como la que tenemos encima pidiéndole al personal que baje la velocidad en las autovías. No se puede gestionar el futuro de un mundo global saliendo del paso para no perder votos en las próximas elecciones. Aporta o aparta, dice el lema que vio Mariló hace poco a una chica en una camiseta. Pues eso: hace falta cambiar mentalidades y políticos, gestores y objetivos, porque administrar lo que viene, lo que está ya aquí, con la herramienta habitual de salir del paso será suicida. Y no habrá que esperar muchas generaciones para comprobarlo. El agua caliente de los mares del norte nos lo está diciendo ya.