Opinión

El abanico de la Reina, símbolo de la lealtad

El interés por la revolución francesa y el paralelismo existente con la posterior revolución bolchevique en cuanto a las actuaciones que hubieran podido evitar la primera, así como «la expansión de los errores de Rusia» –es decir el comunismo– en la segunda, me llevó a conocer dos mujeres que desempeñaron un papel de primer orden en la Corte de Luis XVI de Francia, durante el periodo en el que se desencadenó la Revolución a partir de 1789. Una de ellas es la reina, su esposa María Antonieta de Austria, y la otra Madame Elisabeth, la menor de los seis hermanos del Rey. De esta última habrá ocasión de escribir por tratarse de un personaje desconocido para la estatura moral y gran dignidad que la adornaban, la cual pudiendo haber abandonado la Corte de Versalles sin problemas, optó por quedarse junto a su hermano acompañándole en la tribulación.

Madame Elisabeth era muy respetada por el pueblo francés a diferencia de su cuñada la reina, y pese a ello aceptó seguir la suerte de ambos, siendo guillotinada, el 10 de mayo de 1794. Antes la habían precedido su hermano el Rey el 21 de enero de 1793, y su cuñada nueve meses después, el 16 de octubre del mismo año. María Antonieta por su parte no era querida, pero mantuvo una extraordinaria dignidad en el postrer momento de su vida cuando tuvo que afrontar el patíbulo en la Plaza de la República de París. La historia narra que al salir de la prisión del Temple camino de la guillotina, la última persona de quien se despidió fue de su abogado Romain de Séze a quien quiso agradecer el gesto de haberse encargado de su defensa, sabiendo además el riesgo que asumía al estar la condena fijada de antemano. Al no contar con ningún bien material por haberle sido incautados todos, quiso expresarle su gratitud con estas nobles y hermosas palabras: «Abogado, le agradezco que haya asumido una causa que sabíamos perdida de antemano. (…) Lo hizo con lealtad y valentía. Ahora mi única propiedad como sabe, es este abanico. Es lo único que me queda, y con él, que constituye toda mi fortuna, le quiero pagar sus muy merecidos honorarios. Pocos minutos después, la reina era decapitada. El abanico hoy reposa, con veneración, en un capelo de cristal colocado en el vestíbulo de la Academia francesa de abogados, en París. Por eso un abanico es el emblema de la abogacía francesa. Se le tiene considerado como un símbolo de la lealtad, de la valentía y del desinterés que deben regir el ejercicio de la abogacía.