Amor romántico

El problema de Tamara

Yo le propongo a Tamara que pase página con toda elegancia, cada uno recibe en vida lo que cosecha

Lo de Íñigo Onieva es corriente. He conocido montones de hombres mujeriegos y mentirosos, son cuña vulgar en una época de vuelo raso, gallináceo, una época donde el placer prima sobre cualquier ideal. Hay montones de mujeres disponibles y el mujeriego les echa mano. Y la cultura cínica lo bendice, como ha explicado muy bien la ministra Irene Montero, que lo propone incluso para los menores.

La que tiene un problema es Tamara Falcó, que es honesta, católica y acaba de cumplir 40 años. Todo conspira contra sus ideales ¿Se puede amar para siempre, con fidelidad, en esta sociedad que hemos construido? Se puede, pero tienes que encontrar a quién, y eso es aguja en un pajar. Como me dijo una vez Ana Rosa Quintana, para encontrar al príncipe hay que besar muchos sapos. Encontrar a alguien honesto consigo mismo, dispuesto a sufrir y luchar, que apueste por una relación como vocación de la vida es cosa casi de otro siglo. Porque ahora lo que se lleva y difunde es otra cosa. Es el usar y tirar.

Tamara ofrece su coherencia en el mercado y nadie la compra, porque ya no se lleva. Cabría recomendarle paciencia, pero la paciencia requiere liberalidad con el tiempo y, como todas las mujeres que desearían ser madres, lo que no tiene Tamara a los 40 años es tiempo. Máxime cuando no está dispuesta a hacer acopio de óvulos congelados o esclavizar a otra para que tenga los hijos por ella en el futuro.

Hace mucho que en Madrid se rumoreaba que Íñigo Onieva le era infiel, pero ella cometió el honesticidio de creer en la palabra de un truhan que ahora ha tenido que reconocer en público que miente. Yo le propongo a Tamara que pase página con toda elegancia, cada uno recibe en vida lo que cosecha. Y que siga adelante, consciente de que lo tiene difícil en el campo del amor familiar, pero a sabiendas de que en otra liga no merece la pena jugar, que la vida es cosa hermosa y seria. Estoy harta de ver mujeres que se someten a los caprichos de los tontos de turno en la esperanza de que alguien les quiera. Esto del «no es no» ha degenerado en que, en el momento en que dices «no», eres descartada por difícil y sustituida por ocho mil. Nada, Tamara, a seguir buscando. No te obsesiones con la maternidad, que es un don, no un proyecto personal, pero sube el listón, hazme caso. Busca alguien menos bello y con más sufrimiento a las espaldas. Alguien que no llame «engagement» a comprometerse con una mujer en fidelidad eterna.