Política
Lidia descompuesta y el recurso Morata
«El impuesto a los ricos busca 1.000 millones, pero no deflactar el IRPF supone esquilmar 20.000 millones a la clase media»
Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz, política de Myammar que ha pasado largos años en arresto domiciliario y que en su debe tiene la crisis de la minoría musulmana de los rohinyá, en su famosa «Freedom for free speach», advertía del «miedo a perder el poder». Es un temor universal, que ahora recorre España y afecta, sobre todo, a barones autonómicos socialistas, sin olvidar al mal avenido Govern de la Generalitat. Ximo Puig (Comunidad Valenciana) está de los nervios y tras cargar contra la autonomía fiscal, anuncia que deflactará la tarifa del IRPF. Emiliano García Page (Castilla La Mancha) irrita a la Moncloa con un halago indirecto a Núñez Feijóo. Lambán (Aragón) también baraja algún guiño fiscal y Fernández Vara (Extremadura) sabe que debe mover ficha. Todos temen perder el poder tras las elecciones autonómicas de mayo y buscan complicidades con un electorado que desconfía de Pedro Sánchez y sus bandazos. Otros, que aspiran al poder o a no quedar de comparsas, como Juan Lobato, jefe de los socialistas madrileños, esconden el logo de su partido. La fiscalidad es el campo de batalla donde se dirime todo después de que el presidente andaluz, Juanma Moreno, del PP, anunciara la supresión del Impuesto de Patrimonio y pusiera en marcha una dinámica que ni tan siquiera él sabe a quién se llevará por delante. Hoy, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero anuncia detalles de una reforma fiscal improvisada –recentralizadora con aplauso de indepes y federalistas– cuyo único objetivo es demostrar que persigue a los ricos y ayuda a los menos favorecidos. El que luego sea cierto o no es secundario. Pretende recaudar 1.000 millones de los ricos –sólo de los de Madrid, Andalucía y quizá Galicia– pero oculta que el no actualizar la tarifa del IRPF con la inflación, supone esquilmar unos 20.000 millones a esa «clase media trabajadora» de la que tanto habla Sánchez. Al mismo tiempo, en Cataluña, en donde Pere Aragonés necesita reafirmar su autoridad, los «anarcoindepes» de la CUP dicen que «comencemos por algún lado. Comámonos a los ricos». Todo parece una «lidia descompuesta», que dirían los taurinos, mientras los que «tienen miedo a perder el poder», Sánchez incluido, sueñan con un gol a lo Morata en el minuto 87 o incluso más tarde.
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