Política

Los orgasmos presupuestarios de Irena Montere

Ha contratado supuestos estudios para analizar «el machismo en los algoritmos [sic]»

No me causó sorpresa alguna encontrarme en un vuelo de Iberia al entonces canciller, Josep Piqué, camino del mismo destino que yo: la Cumbre Iberoamericana de Panamá de 2000. Le acompañaba el a la sazón primer ministro portugués, António Guterres, ahora secretario general de la ONU. Los dos viajaban en business absteniéndose de usar un avión oficial. Era lo normal durante el maravilloso aznarismo pese a que la deuda pública era tres veces menor, no llegaba al 40% del PIB, y el crecimiento superaba el 4%, el doble que la media europea. Los gerifaltes de la época no se creían Biden ni se volvían tarumbas pensando que tenían a su disposición un Air Force One en chiquitito. Entonces, como en los primeros años de democracia, la clase política atesoraba cierto sentido de la ética y del pudor. Hace falta ser un, una o une hortera de bolera para viajar compulsivamente en jet con el fin de ahorrarte las colas de los aeropuertos y esos controles de seguridad en los que te meten mano por todas partes. La explicación de Irena Montere a la pregunta parlamentaria que planteó el PP sobre el vuelo en Falcon con su cuchipandi a EEUU es de una chulería supina: «Lo hicimos porque [el jet] proporciona seguridad y operatividad a estos desplazamientos». Como si viajar en Iberia o Air Europa no fuera seguro ni operativo. Desde luego, los Boeing y Airbus de estas aerolíneas no efectúan escalas para repostar en vuelos trasatlánticos porque gozan de autonomía suficiente para cruzar el charco sin problemas, cosa que sí que tuvo que hacer el Falcon, en Las Azores concretamente. ¿Es eso operativo? En una democracia de calidad, una persona del nivel de derroche de Irena Montere habría tenido que afrontar ya varios procesos por malversación. ¿Qué, si no una repartidora de dinero público a chiringuitos de amiguetes, es esa farsa del Ministerio de Igualdad? El último episodio de este manirrotismo con cargo al contribuyente es para mear y no echar gota: ha adjudicado 18.000 euros de todos para «comprobar si las mujeres tienen más orgasmos con su pareja o masturbándose». No es broma. ¿Para esta cuestión, que cualquiera puede determinar googleleando u obviamente con su propia experiencia, sirven nuestros impuestos? Y así hasta los 564 millones de eurazos que maneja este departamento que Ayuso rebautizó genialmente: «Es el Ministerio de ‘igual da’». No quedan ahí las gilipolleces que apoquinamos a precio de oro. Esta individua ha contratado supuestos estudios para analizar «el machismo en los algoritmos [sic]», otro sobre «la opresión del color rosa sobre las niñas [requetesic]» y se ha pulido 2,5 millones más en promocionar el 8-M, lo cual estaría muy bien si fuera el Día de todas las mujeres y no sólo de las de izquierda. El oneroso esperpento no termina ahí: encargó otro informe sobre «personas no binarias» que salió por 14.000 del ala y no sé qué pastizal ha astillado este verano por los surrealistas anuncios en defensa de los cuerpos «no normativos», que confeccionaron empleando fotografías de modelos sin su consentimiento y encima manipulándolas con photoshop. Los orgasmos son maravillosos y no hacen falta estudios para comprobar cuál es el modus operandi más efectivo, que la gente no es idiota ni vivimos en el franquismo. Los que no molan tanto son estos orgasmos presupuestarios que nos salen por un ojo de la cara. ¿No estarían mejor esos 564 millones invertidos en dependencia o en mejorar las pensiones no contributivas? Como «igual da», estoy seguro de que una de las primeras medidas que tomará Feijóo es clausurar este Ministerio e investigar esta sospechosa orgía de pasta pública.