Periodismo

Almudena Ariza

«Almudena Ariza ha demostrado ser una corresponsal de guerra excepcional, seria, rigurosa, valiente, con capacidad para analizar la información»

A no pocos de mis compañeros les cuesta reconocer los méritos de otros profesionales del periodismo. Su capacidad para la crítica se enaniza cuando se trata de elogiar. Y bien. No conozco a Almudena Ariza, no recuerdo haber hablado con ella ni compartido medio de comunicación. Pero se ha convertido en la periodista más caviable del entero periodismo español impreso, hablado, audiovisual o digital. Ni es ni ha querido ser otra cosa que periodista. Desde adolescente se inyectó en las venas la droga de la palabra, cuarenta años al borde de la actualidad. Es una mujer admirable, culta, rigurosa, seria, sagaz, trabajadora… Ha entendido el periodismo en toda su profundidad como el derecho que tiene la ciudadanía a la información, a conocer lo que pasa; y también como el ejercicio del contrapoder que consiste en elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca, denunciar al poder cuando el poder abusa… Y no solo al poder político, también al poder económico, al poder universitario, al poder sindical, al poder religioso, al poder cultural, al poder social…

En Ucrania nos está dando a todos una lección profesional de lo que debe ser el gran periodismo. Sus crónicas audiovisuales asombran por el sentido de la actualidad, la sagacidad al analizar la información rigurosa, el valor personal para estar presente allí donde el peligro amenaza. Cualquiera de esas crónicas se merece el Premio Mariano de Cavia. Almudena Ariza es una corresponsal de guerra excepcional. Tal vez no haya yo conocido a lo largo de mi dilatada vida profesional a ninguna con su alcance y capacidad. Y sé lo que me digo porque, en mi primera juventud, hice en siete ocasiones la guerra de Vietnam, en dos la de Camboya, en dos la de Israel y en 1963-64 la del Congo. Con una crónica escrita sobre un barril de dinamita volando desde Stanleyville a Leopoldville gané yo el Cavia. Entonces no había «tribus» ni ayudas ni comunicaciones fáciles. Pero tengo conciencia clara de la calidad periodística que impregna todo lo que hace Almudena Ariza. Y cuando la veo y escucho, siento orgullo por esta profesión, la más bella y emocionante del mundo, a la que he dedicado toda mi vida y que administra un derecho ajeno: el que tienen ciudadanas y ciudadanos a la información.