Política

Mentiras y más mentiras

Aunque Sánchez desconozca a los españoles, los españoles sí le conocen a él

Tezanos, con su mezcla de delirio y manipulación, se ha convertido en el estado de ánimo del sanchismo. De hecho, el CIS no acierta nunca porque su trabajo no es dar en el blanco, sino disparar. Disparar al PSOE en las encuestas, por supuesto, contra cualquier lógica demoscópica y contra la opinión de una mayoría de los encuestados por el propio CIS. El Centro refleja esa España que sólo existe en la cabeza del presidente, que no tiene nada que ver con la España real, y es que como el mismo demuestra cada vez que se sube a una tribuna, vive alejado de la realidad, que, malvada ella, se empeña en abuchearle. Todo el mundo ha terminado por darse cuenta del efecto corrosivo que tienen las mentiras continuadas como manera de hacer política, que es la base de sus acuerdos con Unidas Podemos y de las cesiones a enaltecedores de terroristas e independentistas catalanes. El desgaste es cada vez más evidente y la enésima prueba es lo que está pasando con la llamada Ley trans, que ahora el PSOE, obligado por su división interna, prefiere retrasar en su tramitación, después de que concediese a sus socios de Podemos la vía de urgencia parlamentaria, cuando lo que se buscaba era cercenar un debate necesario que afecta a derechos básicos, además de a la salud de muchos jóvenes, como cuestionan innumerables profesionales de la medicina y la psiquiatría. El Gobierno de Sánchez se había adscrito de forma irreflexiva al concepto de autodeterminación de género sin sopesar su impacto en el feminismo y, sobre todo, en los derechos y la protección de los menores de edad, y, por ello, suscribió una propuesta legal muy peligrosa. Una nueva muestra de ejercicio de mentiras arriesgadas que un día engaña a Podemos y otro al propio PSOE, un minuto miente a los movimientos trans y al siguiente al feminismo clásico, y todo el tiempo a todos los españoles, que de manera mayoritaria prefieren los buenos consensos mayoritarios a la mala ingeniería social. Poco se puede esperar de un Gobierno y de un presidente que negaron de forma tan rotunda que Bruselas les hubiese advertido de que los fondos de recuperación no seguirían llegando con fluidez por la falta de transparencia y de mecanismos de control de su reparto, y que ha terminado relevando, con la opacidad que le caracteriza cuando se trata de explicar las cosas que importan, nada menos que a la alta funcionaria encargada de la supervisión de todo el asunto. Mentiras y más mentiras como forma de hacer política. Todo el mundo recuerda las tres más destacadas: «le estoy diciendo que con Bildu no vamos a pactar», «si pactase con Pablo Iglesias sería un presidente que no dormiría por la noche» y «los condenados por el procés cumplirán íntegramente las penas». A ellas hay que sumar las muy repetidas de que Sánchez salvó a España del covid y que la ralentización de la economía española se debe a la guerra de Ucrania. Y la lista aumenta cada semana, y con ella la de agraviados, que cada vez suma a más propios entre todos los extraños. Estamos ante un gobernante preso de la profecía de Lincoln, que advirtió que, mal que le pese a Tezanos, no se puede engañar a todos todo el tiempo. El resultado claro y rotundo es que, aunque Sánchez desconozca a los españoles, los españoles sí le conocen a él. Las leyes trasversales en materia de derechos no son acertadas cuando dividen a la sociedad y desprecian el consenso que la sociedad ha ido construyendo al margen de los políticos.