Economía

Chaplin y la semilla del diablo

El crack del 29 vino precedido por una explosión de dinero en curso sin precedentes. Pues bien, jamás como ahora los mercados estuvieron infestados de tantos dólares, euros, libras o yenes

Una semana como esta pasada de finales de octubre, pero de 1929, tuvo lugar la más célebre crisis económica de toda la historia. El Crack del 29 derribó la Bolsa de Nueva York arruinando a cientos de miles de personas, arrastrando a bancos y empresas y causando un descalabro social sin precedentes. Bueno, sin contar el esperpento de la Tulipomanía. Cuando la esplendorosa Holanda del siglo XVII estuvo a un paso de quebrar por la vanidad y ostentación de una sociedad de nuevos enloquecida por las flores de tulipán.

Las consecuencias del crack de 1929 repercutieron en toda Europa que, de hecho, es donde tenía su origen. En la Guerra Europea, en la Primera Guerra Mundial que arruinó a todos. ¿Por qué?

Para entrar en la Guerra, Estados Unidos ideó los llamados Bonos Patrióticos o Liberty Bonds. Es decir, se invitó a la clase trabajadora –por primera vez en la historia– a comprar bonos del estado que después les serían devueltos con intereses.

Una de las personas que se implicó en esta oferta de bonos patrióticos fue Charly Chaplin que prestó su imagen y protagonizó actos de promoción públicos de estos bonos frente a la Bolsa de Nueva York ante una multitud. No sólo eso, rodó infinidad de películas durante esa guerra. invitando a los jóvenes americanos a alistarse con ellos. Aunque él la vivió en los estudios de Hollywood. Incluso rodó un corto incitando a comprar a los famosos Liberty Bonds, la patriótica semilla de la codicia con sus intereses del 4,5 por ciento. Cabe recordar que fue el propio Chaplin quien años más tarde fue víctima de la cacería de brujas del Maccarthismo por comunista. Los peores años de la Guerra Fría dieron pie a todo tipo de abusos y tropelías.

La Guerra se terminó con Europa arruinada y unos Estados Unidos pletóricos. Pero aquel precedente de Chaplin y los Liverty Bonds ideados por JP Morgan no pasó por alto a uno de los magnates de Wall Street que vio la manera de enredar masivamente a las clases medias y modestas en la telaraña bursátil, en el mercado de valores. La codicia humana hizo el resto. Era Charles E. Mitchell, presidente del National City Bank que recogía así el testimonio de JP Morgan, el mastodóntico banco americano que había ideado los bonos patrióticos en connivencia con la Casa Blanca.

Y así es como la Bolsa de Nueva York dejó de ser un club privado de la aristocracia financiera que hacían negocios entre sí para ser un club público de la aristocracia financiera que negociaba con el dinero de todos. Eran los felices años 20, de compra masiva de coches y electrodomésticos caseros cuando se popularizó lo del compre hoy y pague mañana o en cómodos plazos.

Hacerse rico especulando sin más en la creencia del dinero fácil. Tanto fue así, que en el verano del 29, John Raskob, consejero de General Motors, afirmaba en un artículo «todos los ciudadanos deben ser ricos, si invierten 15 dólares ahora ganarán 80.000 en veinte años». ¡No hacerse rico era de bobos! Sólo había que comprar acciones en el mercado bursátil, acciones también a crédito. Así, sin más.

Al final, todo reventó. Aunque la fiesta duró años. Fue una orgía de dinero mientras duró. Y la desenfrenada borrachera consumista mutó a amarga resaca con una mano delante y otra detrás para los más humildes o los que se levantaron ricos y se acostaron pobres. Muchísima gente perdió todos sus ahorros. No sólo la clase media. Uno de ellos, Groucho Marx. Y sus hermanos. Groucho admitía con buen humor que perdió 240.000 dólares «todo lo que tenía» Y no perdió más porque no tenía más. Hoy serían 2,5 millones de dólares.

El humorista Eddie Cantor perdió 250.000 dólares. Le habría ido mejor si hubiera hecho como Chaplin y hubiera vendido todas las acciones en 1928 negándose a seguir participando de esa locura.

Quien también perdió 20.000 libras esterlinas (500.000 euros hoy) fue el propio Winston Churchill que casualmente vivió en directo toda la crisis financiera que se desató aquel Jueves Negro de 1924. De la patraña especulativa participó todo el mundo, bendecida además por el presidente Hoover, al que el crack pilló pescando truchas luego que el hombre fuerte de JP Morgan tranquilizase sus sospechas cinco días antes asegurando «prosperidad infinita» para Estados Unidos.

Churchill, del Partido Conservador, sería dos veces Primer Ministro. Es curiosa la relación de los conservadores británicos con las finanzas y la fiscalidad que les lleva a perderlo todo. La dama de Hierro, Margaret Thatcher, cayó abatida por la Poll Tax cuando pretendió que todos los británicos, empezando por los escoceses, pagaran por igual a Hacienda con independencia de sus ganancias o renta. Más o menos como le ha pasado a la más efímera Liz Truss cuando ha pretendido recuperar las políticas neoliberales de Thatcher y Reagan de los años ochenta para ahorrar a los más ricos pagar impuestos. Su fiscalidad se la ha llevado por delante.

Hay un paralelismo preocupante respecto lo ocurrido entonces y la situación actual. El crack del 29 vino precedido por una explosión de dinero en curso sin precedentes. Pues bien, jamás como ahora los mercados estuvieron infestados de tantos dólares, euros, libras o yenes. Hoy todo parece más seguro, hay regulaciones y límites que no existían en 1929. Pero la codicia humana sigue ahí, inmune a todo desastre.

Dios no lo quiera. Pero ojito por si vienen curvas.