Elecciones

Elecciones con voto electrónico

Sólo siete países tienen implantado el sistema de urna digital, entre ellos EE.UU, Brasil y Venezuela. Holanda y Reino Unido lo rechazaron

Hoy se celebran en Estados Unidos las elecciones legislativas de medio mandato, importantísimas a efectos de contrapesar o no el poder de Biden. Si los republicanos pasan a controlar Congreso y Senado, como parece, la capacidad de maniobra del presidente quedará mermada. De ahí la relevancia de los comicios, en los que los ciudadanos de gran parte de los estados de la Unión podrán ejercer su derecho al sufragio a través del voto electrónico. En las presidenciales de 2020, los partidarios de Trump denunciaron irregularidades presuntamente cometidas a través de urnas digitales o en el voto por correo, con el empleo de más de 2000 «mulas» o por anomalías con los algoritmos de Dominion Voting System y Smartmatic, en al menos 8 estados. Cuestión no demostrada o rechazada por las autoridades electorales, negando que hubiera fraude, que votaran muertos o inmigrantes indocumentados, que las papeletas emitidas por correo fueran manipuladas o que las máquinas robóticas estuviesen igualmente amañadas.

Pero la controversia sobre el sufragio electrónico sigue viva. Inundó de titulares la disputa entre Bush y Al Gore en 2000 por la ajustada victoria del republicano por 537 votos en papel con escaneo óptico. Engordó la polémica después Donald Trump y hoy mismo en Brasil está siendo cuestionada Smartmatic por los partidarios de Bolsonaro, que reprochan que no se auditaran más de la mitad de las urnas digitales, cosa que el Tribunal Superior Electoral niega.

El debate sobre el voto electrónico no es nuevo. Sólo siete países en el mundo lo tienen implantado (Bélgica, Brasil, EE.UU., Estonia, Filipinas, India y Venezuela), pese a que empezó a ser probado a finales de los 60. En Holanda lo permitieron en 1965, detectaron fallos graves en 2006 y en 2008 volvieron al papel. En Reino Unido se usó en 2002 y en 2007 fue descartado por completo. Al analizar la cuestión, la mayoría de expertos coincide en que la fiabilidad del sistema no es total por cuestiones básicas: no se puede garantizar el anonimato del votante y el control del sistema es vulnerable, pues quien tiene la herramienta puede manipularla. Así de sencillo. El escrutinio con papel lleva más de 200 años en uso y garantiza tanto el anonimato como el control, pues los numerosos observadores presentes en el recuento hacen prácticamente imposible su manipulación. Algo complicado en el caso del escrutinio digital, dado que sólo técnicos informáticos pueden interpretar lo que acontece dentro del sistema. Eso sin olvidar la posibilidad de que un hacker entre en el software poniendo o restando, como sucediera en EE.UU. con los aparatos de Diebold, jakeados con 15 mil copias de documentos confidenciales.

En España se han realizado diferentes pruebas a nivel estatal, pero sin validez. Sí que lo utilizan los partidos. En las primarias de Ciudadanos en Castilla y León se denunció pucherazo electrónico. Algo similar ocurrió en unas elecciones internas de En Marea. Y Podemos ha hecho una treintena de consultas telemáticas con el programa nVotes, llegando una de ellas a los tribunales con condena para los de Pablo Iglesias, tras declarar ante el juez el coordinador informático de Podemos que «desde su ordenador portátil podía acceder en cualquier momento de las votaciones al sistema y conocer los votos emitidos y sus destinatarios». Más claro, imposible.