España

Sobre la aparición de una nueva España

El cambio tuvo lugar, como consecuencia del llamado Acuerdo de Madrid, culminado con la visita del presidente norteamericano Eisenhower

A partir de los inicios del siglo XIX, España, tras la formidable polémica surgida en el reinado de Isabel II, culminada tras la crisis de 1868, se planteó una evolución en el mensaje económico, con consecuencias en el bienestar de la población. Se buscó un fuerte proteccionismo arancelario, combinado, sobre todo desde la política económica de Maura, con un creciente intervencionismo del Estado y una considerable cartelización. Todo este conjunto se consolidó en lo que calificó Perpiñá Grau, en 1935, como la búsqueda de un modelo autárquico, clave de la política de la II República. Naturalmente, esto generó un escasísimo desarrollo económico y, simultáneamente, un forzoso abandono del bienestar para la inmensa mayoría de la población.

A quien quiera comprobarlo, le aconsejo que lea el espléndido artículo aparecido en The Economic History Review, (2012), del profesor Carrasco, titulado The Marshall Plan and the Spanish postwar economy: a welfare loss analysis, del que se desprende una especie de crónica adecuada para entender de qué manera la España que sigue a 1950 ya no va a tener nada que ver, en los aspectos económicos, a la previa.

Y este cambio fue debido a una alteración política radical, abriéndonos al exterior, y dejando a un lado el proteccionismo que, hasta entonces, se consideraba como algo consustancial al ser de España, algo así como la Batalla de Covadonga, o como la Guerra de la Independencia. Para acercarnos al Fondo Monetario Internacional, fue obligado equilibrar, no sólo el presupuesto, sino también el mundo crediticio. Pero el punto de apoyo esencial para este cambio se debió a un espléndido planteamiento de política exterior.

Precisamente el profesor Carrasco desarrolla a la perfección lo sucedido, como consecuencia de la Guerra Fría. Estados Unidos contemplaba los planteamientos de la Unión Soviética, que avanzaba ocupando gran parte de Alemania y que se proyectaba para controlar una enorme cantidad del viejo Imperio Austríaco, a través de Yugoslavia, llegando al Mediterráneo. Sumemos a esto el poder del Partido Comunista en Italia y en Francia, pudiendo conseguir controles político-económicos importantes en Europa.

Ahí se encuentra la decisión de alterar esa realidad heredada del pasado, y se hizo a través de tres medios: un modelo económico basado esencialmente en la libre empresa, tras un apoyo intelectual de excelentes economistas; una ayuda económica enorme que recibió el nombre de Plan Marshall; y la desaparición de barreras económicas en el conjunto europeo, culminado esto con la participación de Inglaterra en el llamado Mercado Común Europeo.

La vieja política económica española se presentaba imposible dentro de ese planteamiento. Mas, el cambio tuvo lugar, como consecuencia del llamado Acuerdo de Madrid, culminado con la visita del presidente norteamericano Eisenhower a la capital.

Esto obligó a España a abrir su economía que, como consecuencia de sus producciones agrícolas y de sus realidades mineras, incluso inmediatamente después de la II Guerra Mundial, generó unas exportaciones que impidieron la aparición entonces de una situación catastrófica. De este modo, fue posible volver a poner en marcha un plan que había nacido inmediatamente después de la Guerra Civil y que se abandonó forzosamente por el comienzo de la II Guerra Mundial, y que yo he denominado «El Plan que nunca existió».

La importancia del cambio se debió a este enlace con los Estados Unidos, así como a una decidida apuesta en favor de la mencionada apertura exterior, con lo que aumentaron radicalmente las importaciones, desde 1955. A continuación, la apertura se consolidó gracias a las negociaciones, capitaneadas por Ullastres y que hicieron posible nuestro ingreso, hasta ahora mismo, en la Unión Europea. Esto se vincula con el incremento del bienestar colectivo, y ello es lo que hace especialmente importante la aportación de Carrasco, quien señala que «en 1953, el año del Tratado de Madrid, se generó el comienzo de una tendencia positiva que produjo un conjunto de incrementos en el bienestar, debido al papel del comercio internacional, que estuvo frenado hasta 1958, último año del periodo de la autarquía … que había sido, hasta entonces, uno de los ideales existentes».

Evidentemente, lo que se debe aconsejar, en estos momentos, si es que de verdad se pretende mejorar el bienestar, es mantener esta misma orientación política, exactamente igual que en la situación que pareció venirse abajo en el inicio de la Transición; pero que, gracias al Pacto de La Moncloa, se rectificó, y con la Constitución de 1978, se abrió la puerta para mejoras continuas. Sin embargo, vemos cómo han surgido tendencias crecientes para bloquear ese camino. El análisis econométrico del artículo de Carrasco muestra, con claridad, que eso sería catastrófico, y sus preludios, desgraciadamente, se observan hoy nítidamente, como ocurrió durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero.

Juan Velarde Fuertes es catedrático y economista.