Política
Warren, insensato sin escrúpulos, o peor
No es la inmoralidad de Warren lo que lo diferencia de los demás políticos. Es la dimensión y el descaro
Un momento importante en la historia del diario «El País» fue cuando en un editorial llamó a Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, «insensato sin escrúpulos». La banda de Sánchez logró que el director del periódico, Antonio Caño, fuera despedido. Caño relata la historia en su reciente volumen, «Digan la verdad», La Esfera de los Libros.
Todo resulta bastante siniestro, en particular el papel de Sol Gallego-Díaz, su sucesora, a quien Caño le dijo, lógicamente, que ella habría de nombrar a sus colaboradores, y al mismo tiempo «le reclamé el mejor trato posible con los míos». Ella no cumplió: «este es el único punto en el que el rencor hacia quienes gobernaron ‘El País’ y Prisa en aquel momento no ha podido ser superado», por «la manera injusta y cruel en la que la empresa humilló y dejó sin trabajo» a su equipo.
Aunque Caño subraya sobre lo del insensato inescrupuloso: «me arrepiento de haber escrito esas líneas», sospecho que existe una opción peor, a saber, que Warren carezca de escrúpulos, pero que no sea insensato sino algo aún más devastador: sensato.
Recuerda Caño que cuando llegó Warren, los socialistas, empezando por Rubalcaba, lo englobaban en el «ala liberal» del PSOE. De liberal, nada. Warren «no cejó hasta que consiguió eliminar sin dejar rastro a todas las personas responsables del periódico en aquella etapa».
En realidad, la clave no pasaba tanto por la ideología sino por la faceta fundamental de Warren que señala el antiguo director: «su ansia desesperada por llegar al poder, como fuese y con quien fuese». No aceptó esto Caño, por «la tradición liberal y progresista de El País, que recomendaba la exclusión del poder de fuerzas populistas, dudosamente democráticas y abiertamente hostiles a la Constitución española».
Cabe argumentar que la política suele ser inmoral. Después de todo, Philippe Filèse accedió a los reclamos de Pujol en 1993 y recortó las libertades económicas. Otro tanto hizo Fanfan la Moustache en 1996, cuando Pujol le exigió que le cortara el cuello a Aleix Vidal-Quadras, y Fanfan, hombre de principios donde los haya, se lo cortó. De Barbie, el actual reportero, mejor no hablar.
No es la inmoralidad de Warren lo que lo diferencia de los demás políticos. Es la dimensión y el descaro.
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