Política

Lysenko

Hoy legislan leyes sobre sexualidad, y otras igual de disparatadas, los herederos de Lysenko y sus ensueños genéticos

El ingeniero agrónomo Trofim Denísovich Lysenko (1898-1976) fue un producto humano típicamente soviético cuya vida y patéticas obras deberían ser divulgadas pues podrían servir de «moraleja» en este tiempo que rechaza toda enseñanza y conocimiento, más necesitado que nunca de un soplamocos intelectual de vez en cuando que libere de sandeces al sentir colectivo. Se autoproclamó como visionario capaz de multiplicar los panes y los peces (más concretamente, las cosechas de trigo y tubérculos) en una URSS triste y hambrienta. Prometió que crearía grandes cosechas fuera de temporada, por métodos pseudocientíficos, que tenían más de esotéricos que de racionales, mientras la prensa y los dirigentes del régimen, incluyendo al propio Stalin, junto con los campesinos famélicos y desmoralizados y los propios ciudadanos –todos deseosos de ver caer maná comunista del cielo del Partido– le seguían la corriente y hablaban de sus «grandes éxitos», ninguno de los cuales se concretó nunca. Jamás logró espectaculares cosechas, ni semillas milagrosas. Sencillamente porque prometía lo imposible: cambiar las reglas de la naturaleza sin estudios científicos, tan solo basándose en locuras, palabrería chamánica y persecución política de quienes osaban oponerse a sus idioteces agrícolas. Tuvo un gran predicamento en la Unión Soviética porque encarnaba a la perfección la idea vagamente marxista de que la naturaleza es moldeable, digan lo que digan las leyes de la biología y la herencia genética (la naturaleza humana). Él consideraba el descubrimiento del ADN una mentira propagandística occidental. Durante 30 años, Lysenko dominó la ciencia agrícola de la URSS, influyendo en la política de manera decisiva, ejerciendo el poder «científico» tiránica y cruelmente, llegando incluso a acabar con la vida de quienes no aceptaban sus desvaríos. Generó mucho dolor, incultura, retraso científico y social, y pobreza. En 1964, tras la salida de Jrushchov del poder, perdió la inmunidad, e impunidad, que había disfrutado, y su reputación fue destruida en un instante. Hoy legislan leyes sobre sexualidad, y otras igual de disparatadas, los herederos de Lysenko y sus ensueños genéticos. ¡Si Lina Stern levantara la cabeza y viera que el lisenkoísmo ha vuelto!…