Política

El héroe impide el show del villano

Queda gente decente como Llarena que ha frenado el más que probable show del Tejerito catalán Puigdemont

Pablo Llarena es una suerte de clon posmoderno del gran héroe de la Guerra de la Independencia, El Empecinado, sobrenombre con el que se conoce al campesino que se levantó contra el invasor napoleónico. Al igual que Llarena, era castellano; burgalés el magistrado, vallisoletano el guerrillero. Ambos responden al arquetipo regional de tipos recios, serios y austeros. Gente que no acepta las mangancias y que siente una aversión genética a la perversión moral. El juez de la Sala Segunda del Supremo es tal vez el único que se ha tomado en serio el golpe de Estado que los socios de Sánchez perpetraron en 2017. Donde él y todos vimos una rebelión como la copa de un pino, sus compañeros divisaron una «ensoñación», un insulto a la inteligencia en forma de cuento chino. Vamos, que lo del referéndum ilegal y lo de la declaración de independencia resultó fruto de la calenturienta mente de Juan Español. El marido de Gema Espinosa, antaño directora de la Escuela Judicial con sede en Barcelona, tiene tanto más mérito por cuanto ha sufrido en sus propias carnes el terrorismo callejero independentista. La casita de campo familiar en Das fue atacada en pleno procés, su mujer tuvo que ir protegida con más escoltas que un ministro para que no le rompieran la crisma y los dos hijos de la pareja pusieron tierra de por medio cumplida la mayoría de edad. Tres cuartos de lo mismo le pasaba a su marido, que se desplazaba todos los fines de semana en AVE a la Ciudad Condal guarecido por seis armarios empotrados. Todo su sufrimiento y toda su probidad quedaron humillados, primero por una sentencia incomprensible que dejaba en sedición lo que a todas luces constituía una rebelión, más tarde con el corrupto indulto y finalmente con una derogación de la sedición que en la práctica representa la legalización de los golpes. Esta golfería conllevará la vuelta gratis total, por ejemplo, de Marta Rovira, número 2 de ERC y una de las cabecillas de un putsch, el de 2017, en el que la Guardia Civil probó más allá de toda duda razonable la existencia de más de 300 actos violentos. La gran duda es qué ocurrirá con Puigdemont, el president al que Soraya dejó fugarse de España. La derogación de la sedición ha allanado el terreno para su regreso por la puerta grande. Todos pensábamos que estaría por Gerona esta semana o la próxima a más tardar pero olvidamos que aún queda gente decente como Llarena que ha frenado el más que probable show del Tejerito catalán al mantener la imputación por malversación pero con el tipo agravado del artículo 432.2 que acarrea hasta 12 años de prisión. Sorteando, por cierto, el regalo legislativo que nuestro amoral presidente ha hecho a sus cuates. La gran duda es si otras instancias mantendrán la rectitud ética de un Pablo Llarena que no es precisamente un piernas toda vez que fue el número 1 de su promoción. Veremos qué hace la Fiscalía, cómo respiran sus compañeros de la Sala Segunda, si esta vez le secundan o le dejan tirado optando por el tipo atenuado, y si el Gobierno no vuelve a practicar el repugnante uso alternativo del Derecho. Por no hablar del Tribunal de la UE que puede acabar haciendo la enésima jugarreta a España. Sea como fuere, me temo lo peor porque en esta historia hay más malos que buenos. Antes o después, el capo del 1-O se plantará en territorio nacional miccionándose en el orgullo de los españoles y en un Estado de Derecho del que pronto no quedarán ni las raspas.