Economía
La enfermedad de la inflación vuelve a ser «muy grave»
Si los precios siguen disparados, la economía volverá a entrar en la ecuación electoral y, en ese caso, no beneficiaría al inquilino de la Moncloa
Andreu Más-Colell, el economista español que más rozó el Premio Nobel y padre intelectual de algunos –ahora callados– economistas catalanes «indepes», ya explicó el otoño pasado que «la inflación es una enfermedad que si no se corta de raíz se convertirá en muy grave». El Gobierno, con Sánchez a la cabeza, había anunciado una especie de victoria contra la inflación, porque la española era la menos alta de Europa, que es como celebrar que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Ahora, enero ha dado otro susto con los precios. La inflación general subió una décima, pero la subyacente lo hizo en cinco y ya está en el 7,5%, las más elevada desde 1986. La inflación subyacente no contabiliza los alimentos frescos y los productos energéticos –con precios más volátiles– y muchos expertos consideran que es la más representativa. La subida de enero es una mala noticia, para el Gobierno, pero sobre todo para los ciudadanos que contemplan cómo su poder adquisitivo cae, que su dinero pierde valor. A menudo, parte del fenómeno pasa inadvertido y por eso es considerado el «impuesto más inmoral».
Iván Redondo, el ex-protoasesor de Sánchez, defiende que las próximas elecciones no las decidirá la economía, como ha ocurrido casi siempre, con la excepción de las de 2004. Es probable, pero si los precios siguen disparados, la economía volverá a entrar en la ecuación electoral y, en ese caso, no beneficiaría al inquilino de la Moncloa. De momento, los más perjudicados son los asalariados y los ahorradores. No es evidente, pero una espiral de subidas salariales para adaptarse a la inflación puede llegar a perjudicar incluso más a los trabajadores. No es sencillo explicárselo a quien a duras penas llega a final de mes, pero es así y es obligación del Gobierno, que mima –porque son votos– a pensionistas y funcionarios, evitar la espiral inflacionista y no caer en populismo como el control de precios que pretenden Irene Montero y Yolanda Díaz. Eso siempre conduce a la catástrofe y tampoco ayuda a los más desfavorecidos a medio plazo. William Röpke (1899-1966), padre de la economía social de mercado alemana, ya explicó que «el camino de la inflación reprimida termina en el caos y la paralización. Cuanto más ficticio se hace el sistema de los precios controlados, tanto mayor es el caos económico y el descontento general y tanto más se debilita la autoridad de Gobierno o su pretensión de seguir ostentando un carácter democrático». Ahora, en Europa y en España, la enfermedad vuelve a ser «muy grave» como advirtió Mas-Colell.
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