Tribuna
Ahora vacaciones, y ¿luego?
Tras las maniobras veraniegas no es fácil que, en su mal llamado refugio vacacional, encuentre Sánchez los medios para seguir gobernando
El término vacaciones, en román paladino, viene a traducirse como «no dar un palo al agua» o, en otro sentido, hacer algo diferente a lo habitual. Deberíamos matizar mucho ambas acepciones en el caso de Sánchez. El ocupante de La Mareta hace allí algo muy parecido a su labor cotidiana durante el resto del año. A poco más de 2200 km de Moncloa, bastantes menos en avión, el presidente no vacaciona, tan sólo se prepara con el fin de continuar sacrificándose por los españoles. Y es que este hombre no descansa. No valoramos, ni un momento, lo que debe suponer para él, trabajar en periodo estival, en la casa del enemigo, aunque eso sí, arropado por el ejemplo de sus más conspicuos auxiliares.
Pedro tiene un sentido esférico del poder. La esfera como pieza maestra, con su contenido y continente, de la cual «no puede» salir. Por si alguien tuviera duda de que llegara a abandonar el poder de forma voluntaria, o sea la Moncloa, el Falcón y demás adminículos, prebendas y sinecuras, olvide tal posibilidad. No entregará su vida política, ni en sentido figurado, aun en condiciones extremas. Festos, se mató para disimular los estragos de una enfermedad de la piel, Sánchez no se inmolaría, ni para tapar los desastres del sanchismo; la destrucción ética y la corrupción, llegadas al grado de contaminación general.
Huye siempre de lo heroico. Puesto en la tesitura de Sansón, acabaría por aplastar a cuantos pueda de los otros, y a los que estime necesarios de los suyos, pero nunca perecería con estos ni por ellos. Igualmente resultaría inviable, que sus secuaces permitieran su caída. Todos comen de la misma despensa y, a estas alturas, los gestos aparentemente críticos, repetidamente ridículos, de algunos de sus aliados no engañan a nadie. Recordemos el tan socorrido dicho ¿aristotélico?: «Primus vivere, deinde philosophari», con su más claro ejemplo en el diálogo de Babieca y Rocinante, cuando el caballo del Cid le dice al del ingenioso hidalgo: «Metafísico estáis» y este le contesta: «Es que no como». Definitivo.
Pedro I el «incomprendido» –acaso por incomprensible– entregado a su razón vital, según Ortega y Gasset el modo con el cual superar la objetividad y el realismo. Tal vez por eso en los esquemas «sanchistas», acaba no existiendo más que un «Yo», separado de la realidad, sin la menor voluntad de respetar esta. No hay concepto del mundo en el que claro y oscuro, encendido y apagado, propio y extraño, no converjan en el gris de los datos neutros, manejados por el presidente en su peculiar función, dizque democrática. No hay sujeto que no se enfrente a la elección entre adaptarse a la deriva de las situaciones –gris por sumisión– o retirarse del medio activo al servicio de un acontecer mayor –gris por insignificancia– la voluntad del presidente.
Vivimos un tiempo gris, como señalaba Sloterdijk. Un desafío constante para pintores, filósofos, e historiadores. Nos referimos al gris como expresión cromática, pero también como metáfora, indicador de un estado de ánimo, fluido de la burocracia, denuncia de ambigüedad política y moral. Aparece así, al alcance de la vista, una mística gris y una ética y una teología gris, insistía el pensador alemán.
¿Y después?
Tras las maniobras veraniegas no es fácil que, en su mal llamado refugio vacacional, encuentre Sánchez los medios para seguir gobernando. Habrá que esperar a las semanas posteriores de su regreso a la periferia de la Corte, para ir conociendo sus logros. En todo caso podemos tener la certeza de que, rodeado de sus grandes consejeros, habrá recibido ánimo suficiente para seguir resistiendo. El primero Illa, que habla a Dios en catalán por la noche, acaso para contarle lo de la gestión del coronavirus, y pretende que en eso que llamamos Europa, también hablen oficialmente dicha lengua. Además, como muestra clara de éxito del estado autonómico, justificado constitucionalmente con el fin de incrementar la solidaridad interterritorial, exige que Madrid incremente la presión fiscal al nivel de Cataluña, pero no que reciba equitativamente ayudas del Estado. O sea, de la financiación especial a Cataluña pues nada. Es especial, pero igual. Problemas de comprensión del catalán. Por eso deben quejarse los otros.
Completan el cuadro, Grande-Marlaska, que ya recibió en su día la invitación (mandato) del presidente a resistir, y el hiperresistente Zapatero, que dejó España como un solar, tras la crisis de 2008 y, continúa apareciendo como el gran muñidor de alianzas extrañas, soluciones imposibles, y pactos raros. Siempre que estos favorezcan intereses «democomunistas».
Claro que, pese a tales ayudas, una cosa es resistir y, otra gobernar. Mientras el golpe de gracia a Pedro puede llegarle por algún informe de la UCO, o por decisión del poder judicial, actuando firmemente en el cumplimiento de su deber.
Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España.