El canto del cuco

La alegría del momento

El fanatismo y la envidia son los males incurables de la política española

He seguido desde la distancia el fragor político de estos días. Es la mejor manera de disfrutar de perspectiva y de un cierto sosiego. El rumor de las olas en la arena apacigua el estrépito de los medios de comunicación. Hay bandera verde. Un barco de vela navega en la lejanía por un mar en calma de un azul purísimo. Un niño rubio acarrea en la orilla cubos de agua al hoyo que ha abierto en la arena. La playa se ha poblado de sombrillas multicolores. Bajo ellas, acampan ya los extranjeros. La invasión turística arrecia. Los precios se disparan. Va a llegar un momento, si es que no ha llegado ya, en que habrá que poner orden en esto y regular de alguna forma la presencia masiva de forasteros. La parte nueva de la urbanización donde veraneo desde que era joven –un lugar que fue apacible y familiar– se la conoce ahora por «Guirilandia» y allí casi nadie habla ya en castellano.

Sentado bajo la sombrilla, leo a pequeños sorbos «La alegría del momento» de Jacques Brosse, un delicioso diario, en el que se desarrolla un diálogo amoroso entre los pájaros y las flores. Como resume el editor (Periférica), el vivo azul de las verónicas, el susurro de las hojas, el rojo resplandor de la puesta del sol, la majestuosidad de los nísperos, el negro brillante de los plumajes, el verde jade de los amentos del avellano, el aroma de los higos que estallan al sol o el limpio canto de la alondra irrumpen exultantes en sus páginas, en las que abundan también pensamientos profundos, seductores, capaces de elevar el espíritu humano. Por ejemplo, este, especialmente oportuno, después de observar la irreductible confrontación política de estos días: «Cuanto más convencidos estamos de que el otro está equivocado, más tenemos que preguntarnos si no lo estaremos nosotros». Basta asomarse a las redes sociales. El fanatismo y la envidia son los males incurables de la política española. Ahí tienen al pobre Pedro Sánchez, con el corazón destrozado, braceando en las tinieblas y resistiendo como puede con tal de que no gobierne la derecha. Ni por un momento se ha parado a pensar que acaso sea él el equivocado. No sabemos si en algún momento, cuando se queda solo, siente remordimiento, que es «una rata en el desván, por la noche», según Brosse... Aprieta el sol, quema la arena. Cuando subo al apartamento observo en la terraza de enfrente a una paloma difundiendo su canto amoroso desde la antena de la televisión, justo por donde llegan las malas noticias.