Editorial
Alternativa para una legislatura que agoniza
En esta encrucijada de provisionalidad, de final de ciclo, la oposición está obligada a robustecer su naturaleza y condición de alternativa que toda democracia precisa y que para la nuestra se ha convertido en una cuestión de estado
El Gobierno encara una semana clave cuyo desenlace marcará cómo transitará y por cuánto tiempo en la Legislatura. Del mismo modo, la coyuntura pondrá en jaque a la oposición y su determinación y convencimiento de obrar con todas las capacidades e instrumentos a su alcance para que este periodo de excepción regido por el sanchismo enfile su punto final. La votación sobre el techo de gasto decidirá en buena medida si el Ejecutivo se verá obligado a prorrogar por segunda vez los Presupuestos en un acto inédito en democracia y contrario a la Constitución que obliga a presentar las Cuentas. Que el país se vea privado de nuevo de la ley más trascendente del año no es inocuo ni vacuo tanto en su dimensión política como en el impacto sobre la gobernanza y la gestión de los asuntos públicos. El propio presidente del Gobierno cuando no lo era apeló a que una administración sin Presupuestos, en aquel momento la de Rajoy, estaba obligada a disolver las Cortes y convocar elecciones tras haber perdido la confianza de la Cámara. Obviamente, Sánchez no lo hará una vez instalado en Moncloa, pero tampoco pasará por el trance sin las secuelas inherentes a un gabinete que no cuenta con el apoyo del Legislativo y que en definitiva se encuentra incapacitado para sacar adelante sus proyectos. Que Puigdemont sea la última esperanza de Moncloa, viaje a Suiza incluido para satisfacer sus demandas y voltear el no de sus diputados, ha sido la constatación de la magnitud y los efectos que la votación de la senda de estabilidad puede desencadenar en el presente y en la evolución del porvenir de un presidente cercado por los escándalos de corrupción, sin mayoría en las Cortes y en pleno proceso de recorte de derechos y libertades, amén del declive de la agenda social por el desfonde económico. En esta encrucijada de provisionalidad, de final de ciclo, la oposición está obligada a robustecer su naturaleza y condición de alternativa que toda democracia precisa y que para la nuestra se ha convertido en una cuestión de estado. Núñez Feijóo desgrana hoy en el Comité Ejecutivo del PP una acción política de gobierno que pondrá en evidencia precisamente la ausencia de pulso del sanchismo y su desatención de los problemas de los españoles, de su día a día, mientras ha privilegiado las urgencias personales y los favores de aquellos a los que necesita para ocupar el poder sin rendir cuentas. Leyes como la de Conciliación, con un ambicioso desarrollo, medidas migratorias tras el pacto canario o la defensa de una negociación multilateral en financiación autonómica hablan de una oposición que quiere ser útil y que de paso pondrá de nuevo a prueba la aritmética parlamentaria. La legislatura está muerta, pero no enterrada, y Sánchez no parece decidido a ningún final honorable y digno, sino al contrario. Teme el veredicto del pueblo y no se someterá a él. Los estragos ya son terribles. Feijóo debe perseverar en este camino en plena emergencia nacional.
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