Y volvieron cantando

Amnistía progre, tractor facha

La protesta de los agricultores es un clamor justificado, real y general que ha pillado a contrapié a los organizadores oficiales de movilizaciones bien pastoreadas desde siglas políticas y sindicales

Las «derechonas» saciadas de comerse a los niños crudos en Murcia, Extremadura, Valencia o Castilla y León, ahora vienen a colapsarnos las carreteras. Puro argumentario. Las ansias ancestrales por controlar la calle de las que siempre ha hecho gala la izquierda suelen ser directamente proporcionales al pánico que experimenta cuando, instalado en el poder contempla cómo esa misma calle comienza a ocuparse por descontentos de todo tipo, en un movimiento que tiene más que ver con evidentes y hasta espontáneos rictus de impotencia ante la ausencia de soluciones, que con organizadas y programadas movilizaciones desde despachos de partidos o de sindicatos «de clase».

Al Gobierno enfrascado en sacar adelante caiga quien caiga su ley de amnistía para evitar que baile el sillón de La Moncloa, le han sorprendido las potestas de los agricultores como elemento de tensión añadida… tan ocupados andamos atendiendo las exigencias de Puigdemont, que justo ahora vienen estos del campo a incordiar con unas reivindicaciones que, en este caso ni se satisfacen a golpe de decreto ni tirando de la cartera de todos.

La protesta de los agricultores es un clamor justificado, real y general que ha pillado a contrapié a los organizadores oficiales de movilizaciones bien pastoreadas desde siglas políticas y sindicales, lo que pone a muchos de los nervios. Tal vez por ello, desde terminales políticas y mediáticas siempre entregadas a ofrecer al Gobierno una eficaz «unidad de quemados» no se ha tardado en señalar –acabáramos– a la extrema derecha como oscuros muñidores de estas protestas desde la sombra. Pero ha sido la reacción sindical ya saben, la de las organizaciones alineadas hoy más que nunca con el Gobierno que mejor las cuida y entiende, las que se han lanzado a poner en cuestión el pedigrí trabajador del sector del campo al que se acusa –palabras del secretario general de CCOO– de movilizar a empresarios contrarios al aumento del salario mínimo, pero ocultando que en realidad al sector se le ha convertido en obligada legión de autónomos. Estratosférica demostración de ignorancia solo propia de quienes nunca han pisado un olivar o una explotación ganadera. El campo tiene razón en sus reivindicaciones –cuestión aparte son los daños colaterales de su protesta– y bien haría el Gobierno en ponerles la otra oreja libre del inflexible susurro puigdemoniaco.